P arece que sí. Bruselas se ha puesto las pilas. Con la prima de riesgo por encima de los 500 y… no se puede esperar a los cansinos tiempos de la UE. Reunión tras reunión todo se demora. Quizás, como me decía Fernando Abril: para empezar a arreglarse la cosa, tiene que estar muy mal. Incluso, podemos decir también que no hay mal que por bien no venga. La situación impulsa al Gobierno a hacer algo inevitable: subir el IVA, para reducir el déficit, que está ya por encima del 2 por ciento antes de acabar medio año y debía llegar a un casi imposible 5,3 por ciento al final del mismo; a la vez, rebajar las cotizaciones sociales, para que las empresas españolas reduzcan sus costes laborales y sean competitivas en el mercado global; también, acelerar el alargamiento de la edad de jubilación (¿por qué no permitir compaginar la jubilación con el trabajo por cuenta ajena?)… Todo a cambio de que las instituciones europeas ayuden a sanear el sistema bancario y se relaje la exigencia de convergencia fiscal dando a España un año más para que lleve su déficit público al 3 por ciento. Lo curioso es que todo estaba cantado. La subida del IVA, la reducción de las cotizaciones sociales, el saneamiento bancario, la aceleración del alargamiento de la edad de jubilación y la reforma laboral eran necesarias. Se ha necesitado la llama de Bankia para que el incendio se produzca y aparezcan los bomberos europeos.Las sirenas de sus coches suenan altas. Pero, para ser eficaces, esos bomberos europeos deben traer también mangueras y agua abundante en forma de euros, con la intervención directa del BCE y el BEI (Banco Europeo de Inversiones) para que haya crédito rápido a pymes y emprendedores. Un Plan Marshall II, y que no entren en el edificio con hachas. Hay que salvar los muebles. Para eso nuestros políticos deben estar de acuerdo. ¿Un pacto de Estado? A la respuesta de Bruselas debería corresponder otra semejante de España.