La Unión Europea es un gran proyecto que funciona razonablemente bien pese a quienes manejan la barca, que a la deriva la llevan. Así de folclórico está el tema, por desgracia. En francés, idioma que en Bruselas pierde terreno ante el rodillo del inglés, se dice de algo o alguien que es "olé olé" no para destacar su salero, ni su duende, ni su embrujo, sino para dejar claro que no es serio ni de fiar. Y mucho me temo que los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la UE que este jueves y viernes celebran en la capital de Portugal una cumbre europea son tirando a "olé olé". Al menos lo son en temas europeos. Fueron incapaces de gestionar ante sus opiniones públicas la aprobación de la difunta Constitución europea. Y quienes como José Luis Rodríguez Zapatero sí lograron el apoyo de sus ciudadanos, traicionaron la integración política y económica del Viejo continente. Dejaron que personajes con más empuje y oficio pero menos escrúpulos como el presidente francés Nicolas Sarkozy jibarizaran la Carta Magna, hasta convertirla en lo que el propio jefe de Estado galo caricaturizó como un "Mini Tratado". La reunión de Lisboa será una mini cumbre en la que 27 mini líderes esperan aprobar un mini tratado que es el mínimo común denominador de su mini europeísmo. Nuestros dirigentes no crearán nada nuevo: si al menos evitan enzarzarse en un nuevo pulso bizantino, salvarán algunos muebles de lo que podía haber sido y desde luego de momento no va a ser.Zapatero, a quien Bruselas y la UE provocan una mezcla de pánico escénico y desidia, habrá contribuido a sembrar en su país la desconfianza en la construcción europea. En lo político, apenas se molestó en defender la voluntad de los españoles de tener una Euroconstitución. En lo económico, los continuos y torpes enfrentamientos que su proteccionismo arcaico provoca con la Comisión Europea sólo sirven para difundir por España la imagen de que la UE, en lugar de un club de socios, es un avispero.