Esta semana ha servido para poner de manifiesto que la crisis hipotecaria en Estados Unidos y sus posibles consecuencias mantiene dividido al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. Así, si el vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, admitió que debido a la crisis de las subprime España está en situación de incertidumbre e indefinición, el propio Zapatero se ha mostrado convencido de que la economía española "está preparada para hacer frente a coyunturas como las vividas". Para el presidente, "la economía española y sus entidades financieras son modelos internacionales de solvencia y eficiencia". Sin embargo, es la teoría Solbes la que parece tener más adeptos. Según una encuesta de Sigma Dos para elEconomista, los empresarios españoles se muestran convencidos de que la crisis estadounidense va a tener consecuencias negativas para nuestra economía, el 81,5 por ciento de éstos consideran que recortará el crecimiento. También, más de la mitad cree que se van a producir recortes en las plantillas y que además influirá muy negativamente en las operaciones de compraventa entre empresas. Lo cierto es que la economía española ya presentaba signos de agotamiento antes de estallar la crisis y ésta puede contribuir a agudizar los desequilibrios. Aunque no existe riesgo de que una situación similar ocurra en el sistema financiero español, los efectos indirectos -por contagio a nuestros principales socios comerciales- pueden suponer un grave revés. En este escenario, los empresarios encuestados van más allá y aseguran que el Gobierno no está actuando correctamente para minimizar el impacto de la crisis crediticia. Es natural. Quizá un primer paso imprescindible sería oficializar el problema, reconocerlo.