La proximidad electoral ha provocado ya varios terremotos en la política vasca, pequeñas sacudidas que auguran un escenario electoral muy controvertido. Esto por sí mismo, sin entrar en el debate sobre la legalización de Batasuna o la persistencia de la violencia terrorista y el truncado proceso de paz.El panorama electoral se presenta bastante estable en Vizcaya, pero no así en Álava ni en Guipúzcoa. Y es en este contexto preelectoral en el que se deben situar las diferentes sacudidas políticas de los últimos meses.Primero fue la alianza PNV-EA, pacto que la dirección de EA quiso reeditar para concurrir juntos a los comicios locales, pero que su propia militancia echó por tierra y forzó la candidatura en solitario. En Álava se vislumbra la posibilidad de desbancar al PP del Gobierno foral y del Ayuntamiento de Vitoria mediante una alianza entre PNV y el Partido Socialista. Este nuevo maridaje -aunque los socialistas tratan de negar la mayor- despejaría, entre otras cosas, el camino hacia la fusión de las cajas vascas, de ahí el resurgir de este debate. Tampoco resultan inocentes las tensiones vividas en la patronal alavesa SEA, que ha supuesto la destitución como vicepresidente del socialista y presidente de Caja Vital, Gregorio Rojo. En Guipúzcoa, las tensiones internas del PNV se han dirimido en los medios de comunicación. El candidato nacionalista a dirigir la Diputación guipuzcoana, Jon Jauregi, tuvo que renunciar al difundirse detalles de su patrimonio que despertaron dudas sobre la transparencia fiscal de quien podría convertirse en el máximo responsable de la Hacienda de Guipúzcoa. El trasfondo evidencia que no se han cerrado las heridas provocadas por el triunfo de Josu Jon Imaz sobre Joseba Egibar al frente del PNV. La posición de Imaz se orienta hacia un marco más moderado, de alianzas con los Socialistas, mientras que Egibar se decanta por la concentración de posiciones nacionalistas. En Euskadi ya estamos en campaña. Se mueven las fichas.