Un acto reflejo común ante un impacto inminente es cerrar los ojos. El Gobierno parece haber reaccionado así ante una crisis que sigue desgastando nuestra economía. El II Observatorio de Coyuntura de elEconomista, cuyas conclusiones publicamos entre este fin de semana y el lunes, estima que la economía española se contraerá un 4 por ciento este año, y un 1,6 por ciento en 2010, cuando el déficit público alcanzará el 11,8 por ciento. Estas previsiones suponen un grave deterioro que amenaza con disparar la tasa de paro hasta el 22,4 por ciento. Además, no es descartable que el desempleo se estabilice en estos niveles durante un largo periodo. Esta hipótesis se apoya en el hecho de que seguimos sin adoptar medidas eficaces para estimular la actividad. No se han afrontado problemas de base, como la rigidez del mercado de trabajo (la más alta de la OCDE), el aumento de un 3 por ciento en los costes laborales en un entorno de recesión o una política fiscal demasiado expansiva, que implica un aumento del gasto no productivo y una subida posterior de los impuestos para combatir el déficit y la deuda pública. No sólo no se han resuelto los viejos desequilibrios, sino que se han generado unos nuevos cuya solución va a resultar difícil. Esta política económica agrava la recesión, pues lastra la competitividad de las empresas y su capacidad para generar empleo y riqueza. En estas circunstancias, las inversiones en equipo y la demanda seguirán cayendo, al igual que la producción industrial. El Ejecutivo no debe cerrar los ojos y esperar que una mejoría del entorno internacional impulse nuestra recuperación. A día de hoy, no prevemos que la economía registre alguna tasa positiva hasta bien entrado 2010. Y mientras el Gobierno siga sin actuar, esto todavía puede empeorar.