Ignacio Sánchez Galán será el presidente de la tercera compañía eléctrica europea gracias a su opa sobre la empresa británica Scottish Power. Es difícil encontrarle un punto débil a la operación, más allá de su alto coste. Éste es considerablemente superior, por ejemplo, al de la oferta de la alemana E.ON por Endesa. Pero la cantidad se ve con otra perspectiva si se considera que la mitad se cubrirá con unas acciones propias que se han disparado en los últimos doce meses, que podrán venderse algunos activos de la compañía británica y que la operación encaja con muchos de los objetivos de Galán. Iberdrola pone un pie en el mercado británico y se hace con importantes intereses en Estados Unidos, donde puede crecer. El presidente de Iberdrola ha planteado una operación de dimensión europea. Eso quiere decir que el visto bueno lo darán las autoridades de la UE, que el regulador energético español no tiene nada que decir en la fusión y que la compañía resultante podría comprar otras empresas españolas -como Unión Fenosa- sin tener que vender activos para respetar la competencia. Ésta ha sido una reivindicación constante de Galán: poderse fusionar con una compañía española sin desnaturalizar la operación cediendo activos por decreto. Esa operación entre empresas nacionales es imprevisible y difícil de anticipar, pero, por ahora, lo que tiene entre sus manos el Gobierno no es sino un campeón nacional europeo del que enorgullecerse. La pregunta es ¿qué haría el Gobierno español ante una eventual fusión entre Unión Fenosa e Iberdrola? Tiene más de medio año para pensar qué hace con un marco jurídico cuyas costuras han hecho saltar por los aires la hábil opa de Iberdrola sobre Scottish Power y un mercado financiero europeo que no entiende de proteccionismo.