
A la típica pregunta de "qué harías si te toca la lotería", muchas personas responden que se comprarían un coche. Y no es para menos, pues conducir el vehículo de sus sueños es prácticamente un objetivo vital para miles de conductores. Por eso, cuando llega el momento de invertir en un automóvil es importante estar seguro de que es una buena adquisición, especialmente si es de segunda mano.
Y es que gastar miles de euros en un coche que no está a la altura de las expectativas es una de las peores sensaciones del mundo. Y si no que se lo digan a François, un apasionado del motor que decidió comprar uno de los coches más icónicos del siglo XX sin saber que antes de sentarse al volante tendría que pasar por el mecánico.
Una oferta demasiado buena
Tal y como cuentan desde la revista Italpassion, la historia comenzó cuando François, que ya era propietario de un Porsche, decidió comprar otro superdeportivo. En esta ocasión se decantó por uno de los coches más icónicos de la historia: un Ferrari Testarossa de 1988. El vehículo se vendía en el sur de Francia por 122.000 euros.
Sin embargo, a François le pareció un precio demasiado elevado, y tras encontrar algunos defectos en el limpiaparabrisas o el elevalunas, consiguió una oferta que, a priori, parecía irrechazable. Compró por 80.000 euros un deportivo que normalmente está valorado en unos 150.000 euros. Además, en el anuncio prometían que el coche se había revisado y estaba en buen estado.
70.000 euros en reparaciones
A simple vista todo parecía correcto, y en el momento de oficializar la compra François se limitó a mandar una foto a su amigo. El problema llegó cuando quiso tasar el coche, ya que la carrocería estaba repintada, el coche había sufrido un golpe que se había ocultado, los asientos se habían sustituido y el motor era defectuoso.
El precio estimado para reparar todos los fallos fue de 70.000 euros, casi la misma cantidad que había pagado por el coche. Por eso, François acudió al vendedor en búsqueda de explicaciones, y este confesó parte de la culpa: "Me sorprende el diagnóstico del perito, deberíamos haberlo visto antes". Sin embargo, el vendedor no era el propietario del vehículo, sino que actuaba a nombre de un tercero.
Por eso, el comprador comenta que es una historia en la que hay cuatro personas implicadas, que vienen a ser el perito, el vendedor, el propietario y él. De hecho, François pidió que el dueño se hiciese cargo del coche o pagase parte de la reparación porque, según comenta, no estaba dispuesto a mantener el coche en esas condiciones. Sin duda, un gran ejemplo de los riesgos que supone comprar un vehículo sin comprobar su estado.