El 'value investing' está de moda en España, eso nadie lo pone en duda. No obstante, su auge en popularidad mediática no necesariamente implica que sea una filosofía plenamente comprendida por la comunidad inversora. Por este motivo desarrollaré cinco hechos y cinco falsedades que explican el por qué de esa fama. Esta filosofía de inversión funciona. Jean-Marie Eveillard, un 'value investor' francés muy respetado, aseguraba sobre esta filosofía que "es fácil de entender y funciona".El pragmatismo es una de las mejores cualidades que puede tener un inversor, al igual que el sentido común. Si algo funciona, es mejor replicarlo que inventar algo nuevo que pueda ser más complejo y sin garantías de funcionar.
Es lógica. El concepto más importante de toda la filosofía value es el margen de seguridad. Cuando un puente debe soportar 10 toneladas de peso máximo se construye para aguantar 30 toneladas. Del mismo modo que no queremos que se caigan los puentes, al invertir tiene sentido no querer perder dinero y la mejor forma de lograr eso es comprando con un amplio margen de seguridad: si creemos que algo vale 100 euros, comprarlo por 95 euros nos impide tener el suficiente de margen de seguridad necesario por dos motivos: nos podemos equivocar y porque el futuro es incierto.
El value investing se centra en lo que es verdaderamente importante, la empresa, y obvia lo demás que considera ruido. Centrarse en el análisis exhaustivo de los negocios, sus ventajas competitivas y las dinámicas económicas en las que se desenvuelven es lo correcto.
Es una filosofía contrarian. La esencia de esta inversión es llevarle la contraria al mercado en cada inversión, considerando que los agentes están infravalorando un activo por diferentes motivos. Esto no significa que siempre haya que llevar la contraria a todos los precios que da el mercado, solo en aquellas ocasiones en las que creemos que se equivoca.
Para que el value investing funcione hay que tener paciencia. El mercado puede tardar mucho en corregir la infravaloración de un activo. Hasta que el mercado valore de manera sensata una compañía puede pasar mucho tiempo. Y hasta que ese momento llegue, podemos sufrir mucha presión. Hay que tener una firme convicción en las ideas y ser paciente.
Entre las falsedades
La falsedad más extendida es que consiste en comprar compañías con un PER (veces que el beneficio está recogido en el precio de la acción) bajo. Esta afirmación es falsa en tanto en cuanto simplifica la esencia de esta filosofía. El value investing es mucho más que comprar lo que está barato atendiendo meramente a una métrica de valoración. Son una minoría las compañías que están baratas en base a esa métrica por los motivos incorrectos. Hay que distinguir entre unas y otras.
Es falso que todos los inversores que hacen análisis fundamental sean value investors. Es una forma de entender la inversión y diría que es una actitud ante la vida. Es no dar nada por sentado, ser prudente y ser crítico con nuestro análisis.
Es mentira que el value investing sea una contraposición al growth. No son características mutuamente excluyentes a la hora de invertir en una empresa. Encasillar la inversión en estas dos categorías es caer en una falacia lógica clásica, la del falso dilema: o value o growth. Warren Buffett ha demostrado cómo se puede invertir en compañías a un buen precio y con crecimiento. Miren si no el ejemplo de Coca-Cola.
El value investing es infalible. Invertir siguiendo esta filosofía no es una garantía de éxito total. Podemos cometer errores, hasta el propio Buffett ha cometido muchos a lo largo de su carrera. Asociar esta filosofía al éxito continuo es un error. Pero que no sea infalible tampoco implica que no sea la filosofía más sensata a la hora de invertir.
Es sencillo de llevar a cabo. Aunque desde un punto de vista conceptual sea fácil de entender, llevarlo a cabo es mucho más complejo. Requiere de habilidades y conocimientos elevados sobre los negocios, y exige cualidades personales que no todos los inversores tienen. No hay que confundir su simpleza con su facilidad para llevarlo a cabo.