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FMI encara reformas ante impaciencia de países emergentes
El FMI, creado en 1944, enfrenta una doble crisis de legitimidad y de representatividad, puesto que los países pobres y emergentes reivindican más poder en la institución, agobiada además por graves dificultades financieras.
"El lento proceso se debe principalmente a la resistencia a los cambios por parte de los países desarrollados, que están sobre representados en términos de poder de voto", se quejó el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, ante el Comité Monetario y Financiero Internacional (CMFI), instancia dirigente del FMI, en su reunión de otoño pasado.
Varias potencias emergentes, entre ellas India, Brasil y Sudáfrica, afirman que el FMI y el Banco Mundial no tienen suficientemente en cuenta las demandas de los países en vías de desarrollo.
Ante el malestar de los países emergentes, el presidente del CMFI, Tommaso Padoa-Schioppa, afirmó en octubre pasado que "debe llegarse a una conclusión de aquí a abril", fecha de la reunión de primavera del FMI y del Banco Mundial (BM).
"El mundo cambió, ya no es como hace 50 años. Países como Brasil, India o Sudáfrica deben ser mejor considerados", reconoció el nuevo presidente del organismo, el francés Dominique Strauss-Kahn durante una visita a Sudáfrica.
Hace un año, en la reunión anual celebrada en Singapur, los miembros del FMI aprobaron la primera parte de la reforma, que dio más peso a cuatro economías emergentes (México, China, Corea del Sur y Turquía) y decidieron culminar la segunda parte, más espinosa, antes de la reunión de octubre de 2008.
Como lo señaló Mantega ante el CMFI, las negociaciones se topan con la oposición de varios países ricos, principalmente pequeñas naciones europeas como Holanda o Suiza, que unieron sus fuerzas para impedir la pérdida de su minoritaria capacidad de bloqueo en el Fondo.
Los países emergentes tratan de sacar provecho de la situación económica actual para demostrar que son ellos los que están sosteniendo el crecimiento mundial y ya no los países desarrollados, afectados por la crisis del mercado hipotecario de alto riesgo en Estados Unidos.
"El mandato de la institución no ha cambiado", afirmó Strauss-Kahn, pero "el mundo en el que debe trabajar ha evolucionado en forma singular y por lo tanto debemos adaptarnos".
El nuevo director gerente del Fondo tiene una doble tarea: lograr que el FMI -que casi no presta más dinero y ejerce sobre la economía mundial una supervisión que es muy cuestionada- recupere su autoridad y su cometido.
La otra es que los 185 estados miembros tengan la impresión de participar equitativamente en la elaboración de su estrategia, hoy dominada por sus accionistas más poderosos: Europa y Estados Unidos.
Otro aspecto delicado de la reforma, relacionado con la disponibilidad de recursos de la institución -que en lo esencial provienen de los intereses sobre los escasos créditos que concede- y que está también en el temario de abril, es la supresión de puestos de trabajo.
La primera propuesta de Strauss-Kahn para reformar la institución fue suprimir el 15% de su personal, entre 300 y 400 cargos.
Los gastos de funcionamiento del FMI, que tiene 2.691 empleados, se acercan a los 1.000 millones de dólares anuales.
La agencia de calificación financiera Standard and Poor's advirtió a fines del año pasado que el Fondo continuará perdiendo dinero, y que si no se organizan sus finanzas, su papel en el futuro está amenazado.
"Al ritmo actual, perderá el doble de lo ya perdido, en el ejercicio 2008", se afirma en un comunicado, en un tono muy parecido al usado por el FMI con los países en dificultades, que la entidad supervisa y aconseja.
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