madrid. La preocupante evolución de los acontecimientos, que está confirmando la transmisión de los problemas financieros a la economía real, ha vertido aún más presión sobre los bancos centrales. Todos los ojos se fijan en ellos, pues de sus decisiones dependerá en buena parte lo que pueda ocurrir en la economía mundial y en los mercados en 2008. Y esta semana, además, con más razón que nunca, porque hay sesión doble. El jueves se reúnen el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo (BCE), y ambas citas despiertan un interés importante, aunque por motivos distintos. Ante el palpable enfriamiento de la actividad inmobiliaria y el debilitamiento del crecimiento, la entidad británica podría sorprender con recorte de los tipos de interés en un cuarto de punto, hasta el 5,25 por ciento, que seguiría al ya ejecutado en diciembre. En cuanto al BCE, todo apunta a que mantendrá el precio del dinero de la zona euro en el 4 por ciento, nivel en el que permanece desde junio. Ahora bien, habrá que prestar atención al mensaje que envíe la institución sobre la posibilidad de retomar la subida de los tipos ante el repunte de la inflación. El sábado, el presidente de la institución, el galo Jean-Claude Trichet, reiteró que el BCE está preparado para actuar contra el ataque de la inflación, es decir, que no entierra la alternativa de elevar los intereses para contener los precios. La reciente evolución del petróleo, que en EEUU llegó a superar los 100 dólares durante la última semana, complica el horizonte de los precios, pero la sombra de la ralentización económica y la crisis financiera pueden provocar que el BCE se lo piense antes de elevar los tipos.