Suben un 11% en lo que va de año, el triple que la deuda con solvencia financieramadrid. "Reciclar es dar vida". Hay inversores que están haciendo suyo un eslogan que parece más propio del Ministerio de Medio Ambiente, pero que también tiene su aplicación en el día a día de los mercados. Eso sí, con las lógicas adaptaciones. En su caso, los inversores no es que usen residuo alguno, pero sí recurren a unos productos que tienen un nombre similar. Son los bonos basura, a los que estos ecoinversores acuden para reciclar sus carteras aprovechando la energía adicional que aportan esos títulos.El poco sugerente nombre de bonos basura surgió en los años ochenta del siglo XX. En ese momento, Michael Milken llegó más lejos que nadie. Hasta entonces, las empresas sólo emitían deuda cuando recibían el visto bueno de las agencias de calificación de riesgos. Es decir, cuando éstas les daban un grado de inversión, que venía a ser como un certificado de calidad que garantizaba a los inversores que podían comprar esos títulos con tranquilidad, ya que esa compañía contaba con la fortaleza financiera suficiente como para devolverles el dinero y los intereses correspondientes. Las empresas que no pasaban el corte y se quedaban sin grado de inversión, ni siquiera daban el paso de pedir dinero en el mercado, porque sabían que los inversores no iban a comprar sus bonos. Lavar su imagenPero Milken acabó con esa situación. Primero convenció a las compañías sin grado de inversión para que emitieran deuda pese a no contar con el respaldo de las agencias. Lo que tenían que hacer era ofrecer un rendimiento superior para compensar el riesgo, y ya está. Su segundo paso consistió en persuadir a los inversores institucionales -fondos de inversión y de pensiones- de que esos títulos no eran tan arriesgados y de que podían encontrar en ellos una fuente de rentabilidad adicional en comparación con los bonos ofrecidos por los Estados o las compañías más estables.Milken se salió con la suya y consiguió ese doble propósito. Sin embargo, no estuvo demasiado fino en el nombre, aunque sí es cierto que la denominación bonos basura (junk bonds, en inglés) fue premonitoria. En efecto, algo olía mal en torno a ellos. O mejor dicho, en torno a su creador, que fue condenado por distintos delitos financieros cometidos durante esos años (ver apoyo).Pese a este precedente, que llevó a los bonos basura a la práctica desaparición a comienzos de los noventa, las empresas no olvidaron del todo esa experiencia. De hecho, sacaron del ostracismo a estos productos a partir de 1992. Su naturaleza siguió siendo la misma: emitir deuda corporativa sin grado de inversión para, sobre todo, llevar a cabo adquisiciones y abonar una rentabilidad más alta para atraer a los inversores. Lo que sí trataron de cambiar tanto las propias compañías como el resto de los agentes financieros fue la imagen de estos bonos, a los que dejaron de apellidar basura para rebautizarlos como bonos de alta rentabilidad (high yield bonds). Sin embargo, esta maniobra se ha quedado a medio camino, puesto que su nombre original se sigue empleando. Año extraordinarioEn 2006, estos productos están reportando unas alegrías inesperadas. Sus rendimientos superan a los de los bonos con grado de inversión -los de los Estados y las compañías más solventes-. Así, por ejemplo, el índice de Merrill Lynch de bonos de alta rentabilidad acumula un avance superior al 11 este año, frente al 3,4 por ciento que sube el índice de títulos con grado de inversión, según datos de la agencia Bloomberg. En España, cuatro de los fondos especializados en estos productos obtuvieron rendimientos superiores al 5 por ciento hasta finales de noviembre. Este buen comportamiento sorprende porque ha coincidido con el proceso de subidas de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE). En el anterior ciclo alcista de los tipos, los bonos basura cayeron de media un 14 por ciento. ¿A qué se debe esta distinta respuesta en 2006? "La subida de las bolsas, la caída de las primas de riesgo, la bonanza económica y los balances saneados explican lo que ocurre en este mercado", apunta Silvia García Castaño, de BNP Paribas. "La fortaleza de los beneficios y de la generación de caja, que han estado impulsados por los procesos de saneamientos anteriores, han favorecido a la deuda corporativa, incluido la más arriesgada", añade Juan Ramón Caridad, director de producto de Atlas Capital. Los reducidos niveles de impago y la mayor rentabilidad que ofrecen los bonos basura también les han favorecido en un contexto en el que los inversores no tienen tanto miedo al riesgo y buscan alternativas de inversión. Otro aliado está siendo la intensa actividad de fusiones y adquisiciones. "Existe una gran oferta de bonos de alta rentabilidad porque las empresas recurren a ellos para financiar sus compras. Pese a que esta mayor cantidad de títulos podría haber perjudicado a los precios, esta amenaza no se ha plasmado porque también ha existido una fuerte demanda que ha tirado de ellos, sobre todo cuando la Reserva Federal detuvo el aumento de los tipos en EEUU", señala Arlo Carrió, de Banco Urquijo. Dada la sorprendente evolución de los bonos basura en 2006, los expertos no son optimistas sobre el futuro de estos productos. "Estos bonos ya no ofrecen un rendimiento tan superior con respecto a los que son más seguros, por lo que no compensa el riesgo en el que se incurre", afirma Juan Ramón Caridad. "Las valoraciones están muy ajustadas, y el riesgo de que las tasas de impago repunten, aunque no se atisba a corto plazo, puede pasarles factura", comenta Arlo Carrió.