Latinoamérica

El futuro del chavismo, en manos de un Ejército dividido

    Militares de Venezuela. <i>Imagen: archivo</i>


    Las Fuerzas Armadas de Venezuela fueron una de las claves para la revolución bolivariana y desde que el presidente Hugo Chávez obtuviera el poder en 1998 han sido una institución imprescindible para mantenerle en el cargo, no sólo por el poder de la fuerza sino por sus capacidades logísticas y de gestión también.

    Sin embargo, según la información del diario El País, poco se conoce del funcionamiento del Ejército excepto que se organiza mediante un archipiélago de logias agrupadas en torno a los criterios de lealtad y liderazgos, de conveniencia económica y de principios profesionales e ideológicos.

    Existe la posibilidad de que el próximo 10 de enero, fecha en la que se espera que Hugo Chávez no sea capaz de presentarse a su juramento de presidente de Venezuela para el período de 2013-2019, la transición en el país sea capaz de desbordar las instituciones y entonces tenga que salir a escena el cuerpo militar.

    Las ocasiones en las que ha tenido que intervenir para cumplir funciones de represión el coste para la imagen de la institución ha sido alto. Además, la exposición de su fuerza colocaría a los militares en el punto de mira de la comunidad internacional, que dispone de expedientes sobre actividades ilícitas y violaciones de los derechos humanos que bastarían para ejercer presión sobre alguna de sus figuras más importantes.

    En medio de una transición constitucional del poder, la vigilancia de las Fuerzas Armadas daría lugar a una reestructuración interna para decidir quién llevaría la voz cantante en la supervisión de dicha transición. Se pueden diferenciar tres grupos bien definidos, que de maner muy esquemático se pueden catalogar como los Ideologizados, los Pragmáticos y los Institucionalistas.

    En el primer grupo la convinción socialista de su representante, Diego Molero, le acerca mucho al presidente que le nombró líder cuando ya era consciente de su delicado estado de salud. Ese nombramiento due una auténtica sorpresa, encontró resistencia en los cuarteles y la enfermedad de Chávez lo deja en una posición de debilidad.

    Quienes parecían destinados a ocupar el ministerio eran el general del Ejército Wilmer Barrientos y el general Carlos Alcalá Cordones. Mientras a Alcalá Cordones se le tiene por un militar institucionalista, apegado en última instancia a los parámetros de la profesionalidad castrense, Barrientos sería un pragmático, de la facción dispuesta a esperar a saber de qué lado soplan los vientos para tomar partido.

    También se espera que cumplan algún papel los once oficiales en retiro recientemente elegidos como gobernadores de Estado aunque no se puede descartar que dentro del grupo militar esté surgiendo algún que otro liderazgo desconocido, como lo fue el propio Chávez hasta febrero de 1992.