Internacional

Las lecciones de Manchester frente al terror

  • Este atentado no puede ser uno más, no puede pasar al olvido
Dos policías en las calles de Manchester tras el atentado. Foto: Reuters

Este atentado no puede ser uno más. No puede pasar de las primeras páginas al olvido más absoluto, como a buen seguro ocurrirá en pocos días. Esta vez han sido niños los asesinados, el objetivo de los asesinos. Su manera de vivir, su alegría por la vida, su libertad y sus principios. Los gobiernos del mundo entero deben llamar a esto por su nombre, no caer en "los melindres de la corrección política", como ha denunciado con acierto el cantante Steven Morrisey, nacido y criado en Urmsford, a apenas tres kilómetros del Arena donde estalló el artefacto.

No señalar directa y nítidamente el problema más peligroso que enfrenta la civilización occidental es hacer un nulo favor a su posible resolución, que en todo caso no llegará nunca antes de una o dos generaciones venideras.

Los medios dispuestos frente al terrorismo yihadista no pueden ser limitados. Cuesta encontrar en la memoria un gasto público más necesario para los Estados que el de proteger a los ciudadanos. Los terroristas pueden cambiar su modus operandi de mil maneras, de hecho en Manchester han vuelto a sorprender al atacar con una red familiar organizada contra un concierto juvenil como objetivo. Pero en un altísimo porcentaje se repiten constantes casuísticas: son personas que se han radicalizado a través de Internet o viajando a países con dominación de ISIS. Hay partidas presupuestarias cada año tan superfluas que no se entiende cómo el dinero no se emplea en el control, seguimiento y si procede la expulsión de esos sospechosos.

La colaboración entre fuerzas de seguridad de todos los países situados a este otro lado del Mal. Nunca puede repetirse lo ocurrido estos días entre Reino Unido y Estados Unidos, una crisis de confianza provocada por la publicación de datos esenciales de la investigación en medios de comunicación norteamericanos, mientras los investigadores británicos pretendían mantenerlos como secreto fundamental para las pesquisas, es decir, para proteger a sus ciudadanos.

La Unión Europea, ese gran proyecto alumbrado hace más de medio siglo para construir un espacio de libertad y democracia, adolece de nuevo de una falta de decisión alarmante. Las medidas que se pactaron tras la matanza del Bataclán, los cafés parisinos y el Stade de France no han sido aplicadas un año y medio después. El registro de datos de pasajeros sigue sin entrar en vigor. Resulta desesperante la burocratización de Europa, su agonía antieficiente y la lejanía que los europeos se sienten de las instituciones comunitarias.

Desde los medios de comunicación y los gobiernos occidentales nunca se piensa ni se dice que la comunidad musulmana se queda corta en sus condenas. Es más, nunca se dice nada respecto a sus líderes. El Consejo Musulmán británico acaba de mostrar su rechazo al plan Prevent del gobierno de Londres, que pretende frenar el radicalismo y vincular las posiciones extremistas con el germen de los atentados que se cometen en suelo de las islas. El Consejo niega que exista relación entre extremismo religioso y terrorismo, lo cual supone aceptar que hay un extremismo religioso positivo y

aceptable. La sharia, interpretación radical de las leyes musulmanas, no es un sistema de justicia paralela según este criterio.

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