Televisión

El fenómeno del 'tamarismo': cuando la televisión española se convirtió en un circo mediático


Informalia

Entre finales de los años 90 y en los primeros 2.000, la televisión española vivió una etapa que todavía hoy resulta difícil de clasificar. Programas como Esta noche cruzaos el Mississippi de Pepe Navarro y más tarde 'Crónicas Marcianas', presentado por Javier Sardà, convirtieron las madrugadas en un espectáculo donde lo absurdo, lo bizarro y lo inclasificable campaban a sus anchas. De ese caldo de cultivo surgió un fenómeno cultural conocido como el 'tamarismo', una corriente televisiva no formalizada, pero sí reconocida por todos los espectadores de la época.

En el centro de este universo estaba Tamara, hoy conocida como Yurena, una cantante que logró el éxito con su tema 'No cambié', que llegó a liderar las listas de ventas superando a artistas consagrados como Alejandro Sanz. Con un estilo musical y visual difícil de encasillar, Tamara se convirtió en un icono pop kitsch, defendiendo su carrera frente a las burlas y parodias de un público y unos medios que, al mismo tiempo que la ridiculizaban, la seguían con fervor. A su alrededor, una corte de personajes que conformaban lo que algunos llamaron la familia tamarista. Estaba Paco Porras, el autodenominado "vidente de las frutas", que hacía predicciones incomprensibles y se involucraba en conflictos surrealistas en cada programa. Porras generaba desconcierto y, al mismo tiempo, una fascinación que le convirtió en uno de los personajes más llamativos del fenómeno. Otro de los habituales era Tony Genil, veterano del espectáculo, con una vida que incluía desde cantar en orquestas hasta aparecer en películas del destape. Su amistad con Jesús Gil y su inagotable verborrea lo hicieron habitual de los platós, donde contaba historias inverosímiles y protagonizaba escenas cargadas de dramatismo y humor involuntario.

Loly Álvarez, por su parte, era la rival mediática de Tamara

Loly Álvarez, por su parte, era la rival mediática de Tamara. Con un estilo glamouroso y recargado, representaba el glamour cañí y aspiraba a ser una diva. Su tema 'Soy un bombón', así como su versión alternativa de 'No cambié', alimentaron la competencia entre ambas. Loly protagonizaba broncas televisadas, lágrimas y amenazas de abandonar los programas en directo, siempre seguida por las cámaras. En el lado más amable del grupo estaba Leonardo Dantés, compositor y coreógrafo, que pasó a la historia con su ya mítico 'baile del pañuelo'. Su carácter bonachón equilibraba la extravagancia del resto, aportando un toque casi ingenuo a aquella troupe. Entre todos, crearon un ecosistema único. Se trataba de una especie de reality show sin guion, donde las peleas, las reconciliaciones, las acusaciones de plagio, las historias inventadas y los romances imposibles se mezclaban en una continua performance televisiva. Alimentaron una televisión que, en pleno cambio de siglo, buscaba el exceso y lo encontraba cada noche.

Con el tiempo, ese fenómeno fue diluyéndose. Los personajes desaparecieron progresivamente de la televisión, aunque algunos siguieron apareciendo esporádicamente en programas nostálgicos o en entrevistas sobre aquellos años. Pero la figura de Tamara, convertida en Yurena, resistió el paso del tiempo. Ahora, su historia vuelve a ser protagonista gracias a 'Superestar', la serie de Los Javis y Nacho Vigalondo en Netflix, que revisa aquella etapa desde una nueva perspectiva. ¿Está de vuelta el 'tamarismo'? No exactamente. Lo que regresa es la curiosidad de una nueva generación que descubre ahora ese particular capítulo de la televisión española, y la nostalgia de quienes vivieron aquellos años frente al televisor, alucinando con una fauna televisiva tan estrafalaria como, en el fondo, entrañable.