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Donald Trump quiere cambiar la fórmula de la Coca-Cola, aunque a él no le afecta porque bebe la Zero
Sara Tejada
Donald Trump, a sus 79 años, sigue empeñado en gobernar no solo la política exterior de Estados Unidos, sino también el menú de cada ciudadano. Desde su flamante despacho en Mar-a-Lago, convertido ahora en cuartel general de su segunda presidencia, ha vuelto a sorprender al país con una decisión que no figura en ningún tratado de Estado, pero que afecta directamente al paladar de millones de personas: cambiar la fórmula de la Coca-Cola.
Sí, el refresco más icónico de América, esa chispa de la vida en botella de vidrio o lata roja, tendrá una nueva receta. O mejor dicho, recuperará un ingrediente que algunos consideran más auténtico: el azúcar de caña. Así lo anunció el propio Trump en la noche del miércoles, desde su red social Truth Social, en un mensaje que combina nostalgia, política económica y un guiño a su base electoral: "He estado hablando con Coca-Cola sobre el uso de azúcar de caña real en la Coca-Cola, y han aceptado hacerlo", escribió, como quien comenta una victoria personal tras una negociación secreta. "Será un buen movimiento para ellos. Ya lo veréis. Es simplemente mejor", añadió, asegurando que la caña será de producción nacional, por supuesto.
La Coca-Cola como símbolo del sueño americano
No es casual que Trump haya puesto la vista en Coca-Cola. Pocos productos representan mejor esa América gloriosa de la posguerra que él añora. Esa época de los años cincuenta y sesenta en la que, según su relato, todo el mundo vivía en suburbios impecables, conducía un Cadillac reluciente y llenaba el carrito del supermercado sin mirar el precio. Para Trump, volver a ese pasado incluye restaurar no solo el poderío industrial, sino también las costumbres del paladar: nada de pajitas de papel, ni bombillas de bajo consumo, ni duchas con menos presión. Y, por supuesto, nada de jarabe de maíz. Desde 1980, la Coca-Cola estadounidense sustituyó el azúcar de caña por jarabe de maíz de alta fructosa, un edulcorante más barato que favorecía a los agricultores del medio oeste, pero que algunos nutricionistas han señalado como uno de los responsables de la epidemia de obesidad. Trump, sin embargo, no ha mencionado la salud en su mensaje. Prefiere hablar de sabor, tradición y producción nacional.
La respuesta de Coca-Cola: cautela y diplomacia
La compañía Coca-Cola, con sede en Atlanta, respondió al anuncio presidencial con un comunicado diplomático, sin confirmar ni desmentir el cambio. Michelle Agnew, portavoz de la empresa, agradeció el entusiasmo del presidente por la marca y prometió "próximamente más detalles sobre las nuevas ofertas innovadoras dentro de la gama de productos de Coca-Cola". En realidad, el cambio no es del todo nuevo. La "MexiCoke", como la llaman los consumidores de culto, ya se vende en Estados Unidos desde hace años. Se trata de Coca-Cola importada de México, elaborada con azúcar de caña, que durante un tiempo entraba al país por canales no oficiales hasta que, en 2005, la propia empresa empezó a distribuirla legalmente, sobre todo en Texas y California, donde hay una importante población hispana. También existe una versión kosher para judíos practicantes, disponible en temporada de Pascua, embotellada con azúcar de caña y fácilmente reconocible por su tapa amarilla.
Los agricultores del maíz, en pie de guerra
Como era de esperar, el anuncio ha levantado ampollas entre los productores de maíz, uno de los sectores más poderosos de la agricultura estadounidense. John Bode, presidente de la Asociación de Refinadores de Maíz, no tardó en responder con dureza: "Reemplazar el jarabe de maíz por azúcar de caña carece de sentido. El presidente Trump dice que está con los trabajadores estadounidenses, pero este reemplazo costará miles de empleos en el sector agrícola", denunció en un comunicado. Para los agricultores de Iowa, Nebraska o Kansas, esto no es un asunto trivial. El jarabe de maíz no solo endulza la Coca-Cola; está presente en miles de productos del supermercado, desde la bollería hasta los aderezos de ensalada. Tocarlo es tocar un pilar de la economía del campo.
Trump seguirá bebiendo Diet Coke
La ironía de todo esto es que el propio Trump no notará el cambio en su rutina diaria. Él bebe Diet Coke, o Coca-Cola Zero, fabricada con aspartamo, un edulcorante sintético sin azúcar. Durante su primera presidencia, el entonces presidente hacía que los camareros de la Casa Blanca le llevaran hasta doce latas al día, abiertas con un gesto de ceremonia. Es decir, Trump cambia la Coca-Cola para los demás, no para sí mismo. Pero en eso también es coherente: no gobierna por necesidad, sino por capricho. Y en su visión del mundo, el capricho del líder es casi siempre ley.