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¿Y si Zapatero exigiera a sus ministros objetivos para seguir en el cargo?

Los expertos analizan la iniciativa de Sarkozy y apuntan las claves a seguir. Foto: archivo
Poner firmes a los ministros parece ser la nueva política a seguir por el Ejecutivo francés de Nicolas Sarkozy. La nueva cultura del resultado se impone en el país galo y aunque a muchos les sorprende la medida, lo cierto es que otros países, como Nueva Zelanda, llevan tiempo ejerciendo este tipo de control en los cargos públicos y ministeriales. Pero, ¿qué pasaría si el Ejecutivo español exigiese una serie de objetivos a sus ministros para seguir en sus cargos?

Aunque la técnica de la Dirección Por Objetivos (DPO) está ampliamente extendida en el mundo empresarial, en el ámbito político no es tan corriente. Expertos consultados por elEconomista coinciden en señalar que es una medida "correcta siempre y cuando se tenga en cuenta que estamos hablando del mundo de la política y que los parámetros para medir el cumplimiento de unos objetivos son distintos a los de una empresa", dice José Ramón Pin, profesor de dirección personal del IESE.

Examen cada cuatro años

Mientras en la empresa los objetivos se miden cada año como máximo, en el mundo de la política el examen final es cada cuatro años en las elecciones generales. Normalmente "la dirección por objetivos suele ser negociada, aunque eso sí, jerarquizada. Los objetivos marcados por el Gobierno o el directivo deben ser medibles, alcanzables, específicos, relevantes y ajustables en el tiempo", matiza el experto.

La medida llevada a cabo por Sarkozy "hará mejorar la eficacia de la estructura de la administración del Estado, puesto que los diferentes ministerios dispondrán de indicadores de gestión que, tomados como referencia, y para un plazo determinado de tiempo, provocará que los esfuerzos se dirijan hacia su cumplimiento", aclara Jesús Arranz, director del área de Programas de dirección de ESIC.

Pero una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica. Y es que medir la rentabilidad en el terreno político es mucho más complicado. "Entiendo que la rentabilidad en política tiene que medirse por el nivel de cumplimiento de los objetivos estratégicos de la legislatura, planteados en el programa electoral. Hay que suponer, en este caso, que si se cubren satisfactoriamente los indicadores de gestión, estaremos ante una gestión políticamente rentable, es decir, no habrá rentabilidad sin eficacia", dice el experto.

Gobierno español

Para que esto se produzca es necesario que todos los ministros tomen como propia la cultura de orientación hacia unos resultados y "asuman como propios los tres grandes compromisos: pleno empleo, crecimiento económico sostenido y sostenible, y saneamiento de las finanzas del Estado", señala Arranz.

Los expertos opinan que este sistema de control por objetivos sí se podría implantar en España, aunque debería fijarse con anterioridad cuáles son los parámetros que midan los resultados. "La ventaja de medir por objetivos a los ministros es que éstos saben en todo momento lo que se espera de ellos y si lo cumplen serán premiados", señala Pin.

Pero si el presidente del Gobierno juzga a sus ministros en el cumplimiento de esos objetivos, ¿quién le juzga a él? "Los miembros del gabinete deberían poder evaluar y juzgar la actuación del presidente, tal y como se hace en la empresa privada, cuando se utilizan herramientas de evaluación del desempeño", explica Arranz. "En todo caso, serán los ciudadanos, en última instancia -aclara el experto- los que deberán juzgar la labor de Sarkozy en una próxima cita electoral". Es más, el consultor Juan Carlos Cubeiro cree que el presidente galo "es muy poco profesional" desde el punto de vista de gestión empresarial, y que su idea no pasa de ser "pura operación de marketing". ¿Por qué?

"Los objetivos los tiene que marcar el Consejo de Ministros en su conjunto, porque actúa como un órgano colegiado", explica Cubeiro. Además, los criterios fijados por el presidente francés para determinar la productividad de su gabinete "dejan mucho que desear". "Que la gente visite más o menos museos o que se frene la inmigración -explica- no tiene por qué redundar en el beneficio del país".

Entonces, ¿qué indicadores deben fijar un presidente del Gobierno si quiere medir la productividad de sus ministros? Cubeiro cree que los objetivos deben marcarse de modo colectivo, porque el Ejecutivo actúa de manera colegiada. "La productividad habría de medirse en términos de aumento del PIB, en mayores inversiones en I+D+i o en averiguar qué puede mejorar la vida de los ciudadanos". Javier Fernández Aguado, consultor y experto en temas de gestión, destaca la dificultad de verificar las buenas prácticas en la Administración utilizando los mismos parámetros que se usan en el mundo empresarial.

Objetivos más generales

Él también apuesta por la fijación de objetivos más generales y que, en su opinión, afectan a todos los miembros de un Gobierno, como el control del fasto público en su conjunto.

Manuel Pimentel, ex ministro de Trabajo en uno de los Gobiernos de José María Aznar, también duda de la efectividad real de la iniciativa de Sarkozy. "Es una buena idea pero muy complicada de llevar a la práctica por los criterios que deben definirse", señala.

Pimentel tampoco es partidario de utilizar los métodos de evaluación por objetivos que utilizan las empresas -denominados indicadores simples- porque, en este caso, cada ministro "se centraría exclusivamente en la consecución de sus objetivos y no en lograr el bien común, que debe ser la meta del Gobierno en su conjunto". "La gestión en política es más complicada que en el mundo empresarial -explica-. La consecución de un objetivo puede depender de muchos factores, como tener o no el presupuesto necesario o que una negociación sea eficaz ". En su opinión, en democracia "son los ciudadanos los que evalúan a los Gobiernos cada cuatro años".

El analista político José María Calleja advierte, por su parte, de que la idea de Sarkozy tiene el riesgo de que la política corre el riesgo de convertirse "aún más en un espectáculo, si los ministros aparecen más en los medios para dar sensación de que hacen muchas cosas". Al fin y al cabo el presidente del Gobierno forma con sus ministros un equipo, al igual que el directivo con sus empleados.

La ventaja fundamental del sistema de dirección y gestión por objetivos es que "sirve para alinear las actuaciones de cada departamento, unidad de negocio y área funcional (en este caso, ministerios), con la estrategia global (en este caso, la estrategia del Estado para la legislatura, recogida en el programa electoral), explica Pin.

Precisamente, el programa de IU para las elecciones de marzo contempla la creación de un observatorio que evalúe el cumplimiento de sus promesas electorales.

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