
Para Jean-Philippe Cartier las bailarinas en topless, los magos y los travestis son en conjunto una misma cosa: una inversión sólida.
Cartier es parte de un grupo que apoya al cabaret Bobin'o, que abrió el mes pasado en Montparnasse, el barrio de París frecuentado en otros tiempos por el fotógrafo Man Ray y el novelista Ernest Hemingway. Se trata del primer cabaret que abre en la capital francesa desde los años setenta, y los bailarines de Bobin'o llevarán el espectáculo a Dubai y Moscú el próximo año.
Cabarets modernizados
Los cabarets controlados por familias, como el Lido y el Moulin Rouge, entraron en aprietos porque los clientes rechazaron el anticuado estilo teatral y la comida de baja calidad. Ahora, sociedades de capital riesgo están comprando clubes, renovando el interior y enviando al extranjero a sus bailarinas de topless, como la última exportación francesa.
"Abrir un club es claramente un riesgo, pero si funciona, es muy rentable'', dijo Cartier, de 31 años, gestor de aparcamientos cuyo grupo ha gastado 12 millones de euros en el club. A los clientes de Bobin'o se les ofrece una mezcla abigarrada de arte fino y vulgar, con camareros bailarines, coristas enjoyadas y una versión gay de La bella durmiente de Tchaikovsky, representada por un travesti grueso y una stripteaser rubia, ambos de los cuales interpretan el papel principal del ballet.
Sin experiencia gestora
El cabaret de coristas, que se convirtió en símbolo de la vida nocturna parisina a finales del siglo XIX, cayó en picado en los años noventa del siglo XX porque los herederos de las familias fundadoras no tenían la experiencia para gestionar los clubes, dijo Jean-Jacques Clerico, responsable ejecutivo del Moulin Rouge, que abrió en 1889. "Hasta cierto punto, se necesita recurrir a gente de fuera'', dijo Clerico, nieto de Joseph Clerico, quien con su hermano Louis compró el Lido en 1946 y el Moulin Rouge en 1955. "Para la estrategia, el marketing y las finanzas se necesita de gente que realmente conozca lo que está haciendo''.
El grupo de capital riesgo de Philippe Lhomme, con sede en Luxemburgo, compró en junio de 2005 el Crazy Horse a los herederos de Alain Bernardin, el empresario que abrió el salón en 1951. Sodexho Alliance S.A., en tamaño el segundo proveedor de comidas del mundo, compró el año pasado una participación del 55 por ciento en el Lido a una rama de la familia Clerico por 13,8 millones de euros. La empresa prevé convertir en una marca global la imagen de las señoritas vestidas de campanillas con plumas.
El lema del Crazy Horse es el arte del desnudo. Lhomme dice que un marketing más eficaz de su línea de traseros mejorará los resultados del grupo. "Hoy la empresa no tiene margen suficiente para dar retorno satisfactorio'', dijo Lhome en el salón para los clientes más importantes, decorado de terciopelo rojo y lleno de recortes de viejos diarios. El show del Crazy Horse que se exhibe en MGM Grand, en Las Vegas, está teniendo éxito y es posible que lo presenten en Tokio.
El Lido, situado en los Campos Elíseos, perdió unos 6 millones de euros en el ejercicio que finalizó en agosto, con unas ventas de 35 millones de euros, dijo el responsable ejecutivo Jean-Paul Fontan. Gracias al aumento de la publicidad y al menú creado por la empresa del chef Alain Ducasse, es posible que el club de 1.150 butacas deje de perder dinero el año que viene.