Es un servicio a la carta que puede llegar a generar sustanciosos beneficiosnueva york. Pese a ser una de las sociedades más puritanas, al menos de cara al resto del mundo, en Estados Unidos la industria del sexo mueve unos 12.000 millones de dólares anualmente, el doble que el ingreso combinado de los tres canales de televisión más importantes del país, ABC, CBS y NBC. Por esta razón, muchos especialistas de la industria no desaprovechan ninguna oportunidad para añadir servicios a este lucrativo mercado. La última novedad que podría invadir las habitaciones de muchos hoteles será la posibilidad de ver en vivo y en directo a los grandes profesionales del sexo desde la privacidad de la televisión.A la carta Para la compañía Video Secrets, especializada en ofrecer actuaciones y charlas en directo con señoritas y parejas a través de la Red, "falta muy poco para que esta clase de aplicaciones se sirvan en bandeja entre los distintos hoteles estadounidenses", según explicaba al New York Times Gregory Clayman, el dueño de la empresa.Desde luego, para los trabajadores de este tipo de negocio esto resultaría una nueva fuente de ingresos que dispararía los ya de por sí grandes beneficios que pueden obtenerse por captar clientes dispuestos a visionar practicas sexuales en directo a través de Internet.Así, Video Secrets, por ejemplo, ofrece una comisión del 35 por ciento cuando un intermediario cocina alrededor de 5.000 dólares en nuevas suscripciones a estos servicios. Por eso, el negocio para ambas partes, tanto hoteles como compañías que ofrezcan este tipo de material, es evidente.Los americanos se gastaron el año pasado cerca de 1.600 millones de dólares en vídeos a la carta, según la firma de investigación de mercados JupiterKagan, que afirma que un tercio de dicha cantidad proviene de la demanda pornográfica.Sin embargo, no todo son facilidades y de hecho es difícil que se imponga en las grandes cadenas de hoteles del país. Ni que decir tiene, que los grupos más conservadores ven en esta posibilidad todo un riesgo para los menores de edad, que podrían tener acceso a este tipo de servicios intencionadamente o por descuido. Por eso, las investigaciones policiales y del FBI están a la orden del día.