
El Real Madrid de Carlo Ancelotti no termina de carburar. Aunque sus resultados en Liga son por ahora, casi perfectos (su único tropiezo llegó en Villarreal con forma de empate) y el único partido de Champions ha sido extraordinario (goleada 1-6 al Galatasaray), el trabajo del italiano empieza a recibir algunas críticas desde dentro y fuera del club.
La imagen dada en Elche y la indefinición del juego merengue lastran a un técnico que sabe que mañana, frente al Atlético, se juega buena parte de la confianza del club en el inicio de campaña.
Y es que, por mucho que se lograsen los tres puntos, el resultado cosechado en el Martínez Valero no ha servido tapar las carencias de un cuadro perdido en un estilo aún indefinido. Cierto es que durante la pretemporada todo apuntaba a que el Real Madrid trataría de apostar por la posesión y el toque como nueva forma de juego. Sin embargo, la marcha de Özil ha cambiado el ritmo.
Sin el alemán, los hombres de los que dispone Ancelotti están más hechos al corte de conjuntos que se desenvuelven mejor a la contra. Eso ha hecho que los blancos se encuentren ahora mismo en un estadio intermedio en el que ni se parecen a aquel equipo de principios de curso, ni al que desplegó Mourinho en temporadas anteriores. Una suerte de limbo que contra el Elche casi acaba en empate trágico de no ser por la inestimable ayuda de Muñiz Fernández.
Teniendo en cuenta que Ancelotti llegó para devolver al Real Madrid la excelencia "y el gusto por el buen fútbol" (Florentino Pérez dixit), la demanda de mejor imagen y partidos más solventes empieza a ser una losa en la espalda del italiano. Más si cabe teniendo en cuenta que el Real Madrid ha tendido hacia el 'catenaccio' en los últimos partidos.
Cambios como los realizados en el propio Martínez Valero (Carvajal, Illarra y Morata por Modric, Isco y Di María) o en Granada (Casemiro, Carvajal y Nacho por Özil, Marcelo y Di María) apuntan a una tendencia defensiva que no gusta demasiado por la capital.
A este capítulo hay que añadir otros que siembran sensaciones contrapuestas en el entorno madridista. La gestión de casos como el de Benzema o Casillas han llamado la atención por cuanto se han salido de la norma.
En el primero, aunque el técnico le da la confianza con su presencia en el once durante todos los partidos (ha sido titular en todos los duelos de este curso), sus gestos han ido, en ocasiones, en direcciones opuestas. En sala de prensa dejó entrever que no trabajaba para el equipo y el domingo pasado, ante el Getafe, lo sacó del campo aunque era evidente que un sector del Bernabéu lo pitaría tras haber fallado dos claras ocasiones.
Con Iker sucede algo parecido. Y no es que en el Real Madrid vean mal que alinee a Diego López, sino que no comprenden demasiado el juego de rotaciones que ha impuesto con ambos porteros entre Champions y Liga, una situación no muy frecuente en el mundo del fútbol y mucho menos en el Paseo de la Castellana. El episodio del homenaje a Raúl (sacó a calentar a Diego López antes de que terminara la primera parte, lo que provocó una suerte de 'guerra civil' en la grada), tampoco ayuda.
Entre tanto se cuelan otros asuntos como las apariciones forzadas de Bale (el galés se lesionó el domingo ante sus apariciones reiteradas pese a que llegó sin apenas pretemporada) o la desaparición fugaz de Casemiro (ha pasado de titular fijo, a jugador desapercibido) o sus peticiones constantes de un nueve (quiere más competencia para Benzema) potencian esta imagen. Sensaciones que, con todo, volarán por los aires si el Real Madrid vence y convence contra el Atlético de Simeone. En caso contrario, veremos.
Empatar o perder contra el Atlético supondría que los blancos podrían quedarse a cuatro o cinco puntos de la cabeza. Demasiada distancia con sólo siete jornadas disputadas y tras una inversión de casi 200 millones de euros en fichajes.