Fútbol
Cristiano Ronaldo en Santander: crispante, agotado y mal rematador
Cristiano Ronaldo no levanta cabeza desde que afirmó en Zagreb que le pitan por ser "guapo, rico y buen jugador". Tocado físicamente por el tobillo que allí le destrozó Leko, al luso se le vio fallón en Levante y totalmente cambiado en Santander. Ante el Racing, Cristiano estuvo crispante, cansado y rozó el calificativo de mal jugador.
La culpa no es toda suya. Mourinho comparte con él la responsabilidad de jugar cuando, probablemente, no está en condiciones para hacerlo.
Él técnico le dio la suplencia ante el Levante precisamente porque sabía que no estaba al máximo de sus posibilidades. Sin embargo, CR7 se enfadó. Quería jugar sí o sí. Algo que ante el Racing sí que cumplió. El portugués fue titular.
Sin embargo, Cristiano estuvo muy lejos de su mejor nivel. Posiblemente afectado (como el resto de sus compañeros) por el cansancio acumulado en la pretemporada merengue, el luso también acusó falta de confianza en sus propias cualidades.
Buena prueba de ello fueron las pocas ocasiones que tuvo. Las faltas las lanzó con muy poco acierto (los tiros se marcharon fuera o a la barrera) y sus remate a puertas fueron escasos y desacertados.
Carencias más evidentes durante la primera parte cuando ni siquiera llegó a cazar una bolea tras un buen cambio de juego de Xabi Alonso o cuando no esprintó en una combinación por la banda derecha entre el portugués y Arbeloa.
No. Ayer Cristiano no tenía la frescura de días anteriores. Para colmo, como muchos de sus compañeros, Cristiano se perdió en las protestas y actitudes de reclamo para con el colegiado.
Cualquier empujón o posible falta rival era protestado con una energía desmesurada. Es parte de lo que Mourinho inculca a sus jugadores, aunque, como ayer, les haga perderse en guerras inútiles que, más que sumar, resta. La actitud venía de lejos. Su peineta al llegar al aeropuerto de Santander demuestra que no llegó al duelo demasiado tranquilo.
El Real Madrid necesita el regreso del Cristiano de siempre. Más si cabe ahora que el buen juego escasea y la efectividad se hace más necesaria que nunca. Sólo así volverá a coger la confianza de principio de temporada y ganará argumentos para repetir su famoso auto-piropo: Guapo, rico y buen jugador.