Quizá justo después de navidad o ya en primavera pero antes del verano sin duda. En la city, los analistas y economistas mejor pagados siguen trazando escenarios de cuándo el Banco de Inglaterra subirá los tipos de interés por primera vez en siete años. Lo mismo pasa en Wall Street, donde un ejército aún mayor de observadores del Fed hace cálculos de cuándo Janet Yellen empezará a endurecer la política. No sucedió en septiembre pese a las expectativas generalizadas de que lo hiciese, pero diciembre sigue sobre la mesa y el año que viene parece lo más probable.
En realidad, deberían dejar de preocuparse porque el Banco Central Europeo es quien lleva ahora el proceso y podría mantener los tipos a cero no sólo en el bloque único que gestiona sino en todo el mundo.
La lógica es muy simple. Mientras que el BCE siga bombeando dinero agresivamente en el sistema, es imposible que otros bancos centrales se endurezcan. A través de los mercados de divisas, haría demasiados estragos en sus propias economías. Y como parece imposible que los tipos aumenten en Europa en un futuro cercano, no subirán en ningún otro sitio.
Cuando no habla de la Unión Europea o del cambio climático, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, se dedica a advertir de la inminente subida de tipos. La semana pasada Carney aconsejaba a los prestatarios que se preparasen para una subida "posible" aunque "no segura". En julio dijo a una comisión parlamentaria que "el momento de subir los tipos de interés se acerca". Desempolva la misma observación cada varias semanas en los últimos años y, a pesar de eso, el día en que los tipos suban realmente nunca parece llegar.
Más de lo mismo ocurre con la Reserva Federal. En una reunión del FMI en Lima a principios de mes, el vicepresidente de la Fed, Stanley Fischer, sostenía que una subida de tipos seguía siendo posible en lo que queda de 2015. El presidente de la Fed neoyorquino, William Dudley, dijo lo mismo junto a una sucesión de altos funcionarios. Quizá sea una posibilidad, tanto como que la subida de tipos de la reunión de septiembre estuvo al menos un tiempo en la mesa. Sin embargo, al igual que con el Banco de Inglaterra, el día en sí nunca parece llegar.
¿Qué se lo impide? En el Reino Unido cuesta mucho defender la necesidad de mantener unos tipos en su punto más bajo "de urgencia" en 300 años. En el último trimestre, el crecimiento se ha ralentizado un poco pero con un 0,5% en tres meses sigue siendo respetable en términos históricos para una economía madura y nada apasionante como la británica. El empleo bate récords nunca vistos y los salarios crecen a un ritmo más que decente con un 3% anual. Si esa es una situación "de urgencia", cómo será una normal...
Lo mismo ocurre en Estados Unidos. El crecimiento es decente y se crea empleo. Se entiende que los tipos tengan que ser bajos pero ¿de casi cero? Como en el Reino Unido, no es fácil defender que la economía americana se encuentre en una situación "de urgencia". He aquí la verdadera cuestión: mientras que el BCE siga bombeando agresivamente dinero para aupar su propia economía con dinero barato, va a ser muy difícil que otro gran banco central suba los tipos.
El BCE lanzó un programa masivo de flexibilización cuantitativa en marzo, hasta el momento sin mucho impacto. El tipo de cambio apenas se ha movido, los precios del capital incluso están algo más bajos que en primavera y (quitando a España e Irlanda) el mercado inmobiliario sigue moderado.
A pesar de eso, el presidente del BCE Mario Draghi sigue en sus trece. En una rueda de prensa la semana pasada, dijo que el banco estaba analizando opciones de expandir la flexibilización cuantitativa. La apuesta de los mercados ahora es que habrá más acciones en diciembre y se bombeará más dinero en el sistema. Si no sucede entonces, probablemente ocurra a principios de 2016.
Pero el BCE no existe aislado; la zona euro es un bloque económico demasiado grande. Con un PIB de más de 13 billones de euros, la eurozona representa el 21% de la producción global. Es una cantidad similar a la de Estados Unidos y mayor que China o que Japón.
Otros bancos centrales ya han respondido a las medidas del BCE. Los suizos rompieron su vinculación con el euro e introdujeron tipos negativos. Los daneses mantuvieron la vinculación pero también llevaron los tipos a territorio negativo. De no haberlo hecho, el tipo de cambio de ambos países se habría disparado. En los últimos días, los suizos han dicho que van a tener que "recortar" los tipos más todavía. No les queda más remedio. Hablamos de bancos bastante pequeños pero los grandes también se han visto afectados.
El Reino Unido es el ejemplo más obvio. Un 16% de la economía británica consiste en exportaciones a la eurozona. Si los tipos de cambio ascienden (porque el país sube los tipos mientras el BCE imprime dinero), los exportadores se llevarán un buen palo. ¿En serio se supone que el banco debe permitir que suceda, sobre todo si no hay amenaza de inflación (recordemos que los precios han vuelto a bajar en Gran Bretaña)? Estados Unidos no depende tanto de la exportación pero los beneficios corporativos dependen mucho de las ganancias en el extranjero y eso determina el mercado bursátil. ¿Puede la Fed dejar que el dólar suba frente al euro? Probablemente no.
En realidad, mientras que el BCE siga imprimiendo dinero agresivamente, a los demás bancos centrales les va a costar mucho subir los tipos y no hay indicios de que el BCE vaya a dejar de hacerlo pronto. ¿La conclusión? Los tipos en el Reino Unido y Estados Unidos, así como en otras economías, continuarán a cero mucho más tiempo de lo que casi todos esperan. Los políticos advertirán de subidas de tipos, no hay duda, pero hasta que el BCE no se una, no hay necesidad de escucharles porque no va a pasar.
Matthew Lynn es Director Ejecutivo de Strategy Economics.