Desde una parte de las organizaciones políticas y sociales que contestan permanentemente las políticas neoliberales de los gobiernos europeos, se suele calificar su lucha como antisistema.
Los portavoces de la "verdad oficial" de la "única economía posible" manipulan esa expresión para calificarlos de antidemócratas y así se consumen horas y horas en debates casposos.
¿Qué es democracia?
La primera cuestión a dilucidar es si la democracia es únicamente el ejercicio de elegir representantes en las instituciones o si, por el contrario, democracia es un convenio permanente entre seres libres e iguales para convenir sobre los contenidos de su pacto social. Vistas así las cosas, los que demandan justicia social con los DDHH como frontispicio, están exigiendo precisamente más democracia.
El actual modelo de la UE no es precisamente un modelo democrático. Sustraer las decisiones económicas al debate, la transparencia y al control público de los mecanismos institucionales y a la voluntad popular es contradictorio con la idea de democracia. Pero conviene reflexionar acerca de qué entendemos por sistema o mejor, a quiénes afecta la denominación.
Solemos caer en la tentación de establecer una relación unívoca entre el sistema y quien lo encarna de manera ostentosa: la patronal. Es ésta una visión muy de siglo XIX y bastante arraigada. Sin embargo el sistema incluye a quienes aceptan y asumen los conceptos económicos y los valores del mismo.
Una persona que invierte sus ahorros en un fondo de inversión y no demanda de él nada más que la rentabilidad inmediata y no pregunta si su dinero se invierte en tráfico de armas, drogas o estafas de alto copete forma parte del sistema aún sin saberlo y a veces sin quererlo saber.
La contestación al sistema exige de otras pautas de consumo y de valores y por supuesto el cuestionamiento en la práctica del mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido. Tarea ardua pero urgente y necesaria.
Entidades
Cuando la mayoría de la población se convirtió en sierva