Firmas

Está en nuestras manos

    Caricatura de Mariano Rajoy. Autor: Luis Grañena.


    Como en la primavera-verano de 2010 y de 2011, revivimos uno de los peores escenarios económicos. La clave de tal situación y de sus soluciones posibles, interna o externamente (en el contexto europeo), no es sólo económica sino también política. Pero lejos de considerar que sería mejor para nuestra economía su intervención, puesto que nuestros políticos han dado muestras de no saber, o no querer, adoptar las medidas y reformas precisas, mi parecer es que en nuestras manos está poder resolver tal trance y establecer las bases para retornar a primera línea en la Unión Europea, aunque ello requerirá tiempo.

    De hecho, podríamos estar en mínimos. Es decir, puede que hayamos tocado fondo y que, de la misma manera que cuando se inicia un descenso en pendiente la economía, sus agentes y los analistas económicos todavía tardan en percibir el escenario de abatimiento y crisis, es muy posible que, sin percibirlo, estemos iniciando una senda de recuperación y salida.

    Cuando empezamos a caer era difícil determinar la intensidad o profundidad de la crisis (aunque algunos sí lo observaron y avisaron), y se perseveró en el gasto, la euforia, el endeudamiento y las falsas alegrías. Así sucedió en 2007. De la misma manera, ahora que todo son noticias y sensaciones pésimas y datos a cual peor podemos haber tocado suelo, aunque todavía y durante un tiempo tendremos cifras negativas pero no tanto o tendencias y variaciones de tasas malas pero menos que, de modo que estemos iniciando ya mismo nuestra senda definitiva de recuperación y progreso. Y espero no confundir deseos con realidad.

    Los errores del Gobierno

    Ahora bien, que dicha salida o recuperación sea estable, duradera y enérgica, en lugar de lánguida, pobre y estancada como ocurrió entre el segundo trimestre 2010 y primer trimestre de 2011, depende de la actuación del Gobierno (muy errónea en los años citados y perdidos). Ciertamente, el Ejecutivo actual ha emprendido cambios, medidas y reformas en apenas cinco meses de actuación. Pero también es cierto que han sido timoratas, incompletas y en ocasiones injustas o contrarias a lo que debían ser y que ha cometido un error temporal nefasto, aunque no irreparable por lo que aún queda de legislatura, dando muestras de estrechez de miras y priorizando objetivos e intereses políticos particulares sobre los intereses generales. En mi opinión, son esos dos errores los que muchos ciudadanos, votantes o no del Gobierno actual, reprochan, incluso por encima o más allá de los propios recortes o reformas.

    Enfrentamos problemas económicos de doble índole, pero no por ello contradictorios en sus remedios. A corto plazo, digamos el año que corre, debemos cubrir 24.000 millones -puede que sean menos- de Bankia y otros 25.000 de los destrozos en balance del resto de entidades financieras con problemas, que ahora son no sólo de índole constructora, sino de la inundación de una deuda pública que pierde solvencia. Por cierto, el PSOE no sólo llevaba gastados unos 17.000 millones del FROB (a los que hay que añadir los miles de millones pagados por el Fondo de Garantía de Depósitos en diversas entidades que lo dejaron exhausto) sino que las operaciones de compra de deuda pública de todo tipo por parte de la banca y hasta del Fondo de Reserva de las Pensiones que, contra la norma, invirtió todo en deuda pública allá por el 2009, dejan en muy mal lugar a unos políticos que, de nuevo, falsean la realidad respecto de la crisis financiera.

    A ello habría que sumar otros 50.000 millones para financiar y renovar la deuda de autonomías y municipios, más unos 40.000 millones por las necesidades de financiación del Tesoro Público aún pendientes de cubrir, según los Presupuestos de 2012. Redondeando y utilizando cuantías aproximadas, calculen unos 130.000 o 140.000 millones de euros que tenemos que conseguir al menor coste posible; desde luego no al actual.

    La única forma de hacerlo es con reformas serias, que todos esperamos, y no a medias (laboral) o que se postergan (pensiones); que no terminan de acometerse (financiera); que ni siquiera se han iniciado, como reducir el tamaño y gasto de las Administraciones Públicas a la mitad de lo que era a finales de 2011 (empezando por la venta o cierre de empresas públicas) y simplificar el sistema tributario reduciendo los impuestos en concordancia. Y avanzar o acelerar otras transformaciones de nuestro aparato productivo que reduzcan nuestros costes y flexibilicen nuestros precios: desde la energía, comunicaciones o la distribución comercial, a la organización y gestión empresarial, eliminando todo tipo de subvenciones, barreras proteccionistas y excepciones o beneficios fiscales.

    Fernando Méndez Ibisate, Universidad Complutense de Madrid.