Europa
Un nuevo tratado otorga desde hoy más peso y eficacia a la UE
Ocho años después de que abriera su accidentado proceso constituyente, la Unión Europea (UE) estrena este martes su nuevo tratado, en el que confía para mejorar la eficacia de su toma de decisiones, aumentar la democracia interna y ganar peso en el mundo.
Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el ex primer ministro belga Herman Van Rompuy se convertido este martes en el primer presidente de la Unión Europea (UE), con el reto de desmentir a sus detractores y demostrar que reúne las facultades de liderazgo para desempeñarse en el cargo.
La británica Catherine Ashton también ha asumido sus funciones como Alta Representante de Relaciones Exteriores, reemplazando al español Javier Solana, en medio también de críticas que consideran que el puesto le queda demasiado grande a esta política sin experiencia.
Una nueva era en bloque
El primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuyo país ocupa la presidencia rotativa de la UE, se ha referido a una "nueva era" para el bloque, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la creación de ambos cargos. También el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, se ha mostrado optimista al asegurar que la "UE será capaz de hablar con una voz fuerte en la escena internacional".
El texto, heredero del proyecto de Constitución Europea que nunca vio la luz, está diseñado para agilizar la toma de decisiones del bloque, reforzar los poderes del Parlamento Europeo y dar a la Unión una mayor visibilidad en el mundo.
Pero las ambiciones del Tratado parecen haberse contradicho con la elección de los casi desconocidos Van Rompuy y Ashton por parte de los jefes de Estado y de gobierno de la UE, quienes según algunos habrían sacrificado un liderazgo fuerte del bloque por mantener el peso de sus países en la toma de decisiones.
Van Rompuy "será un presidente encargado de acercar los puntos de vista. Su papel se limitará a la influencia" sobre los líderes de los 27, estimaron los profesores Thierry Chopin y Maxime Lefevbre en un estudio publicado esta semana por la Fundación Schuman.
Van Rompuy, en la sombra
El propio Van Rompuy, un democristiano flamenco muy respetado en Bélgica durante el corto año que pasó al frente del gobierno, ya avanzó, tras ser designado, que se limitaría a adoptar un papel de forjador de compromisos sin buscar una gran notoriedad internacional.
Y por ahora, el belga se mantiene en la sombra, pese a haber iniciado una gira por las capitales europeas: el lunes estuvo en Dinamarca y el martes hará escala en Eslovenia e Italia, antes de asistir a una ceremonia para marcar la entrada en vigor del tratado en Lisboa. Aun así, acaba de reconocer su visión "federalista" de la construcción europea, sin ser un "fundamentalista", un punto sobre el que le han aconsejado mostrarse prudente para no incomodar a los Estados celosos de sus soberanías nacionales.
Ashton, por su parte, asume el puesto de Alta Representante de Relaciones Exteriores con unas prerrogativas reforzadas respecto a su predecesor y acompañadas por un vasto servicio diplomático europeo.
"No parece responder al perfil ideal de ministra europea de Relaciones Exteriores. No conoce las cuestiones diplomáticas y jamás se ocupó de una función ministerial importante en su país", destacan Chopin y Lefebvre.
A su inexperiencia, se suma la dificultad que la británica tendrá para imponerse a las capitales más poderosas y renuentes a ceder su influencia diplomática, como son París, Londres y Berlín.
"La idea de confiar la diplomacia de Europa a Inglaterra, es decir, a un país que no quiere en ningún caso una diplomacia europea", se asemeja a "una caricatura", lamentó el ex primer ministro francés Michel Rocard.