Europa
¡Que no falten presidentes! En la UE hay más estrellas que en la Vía Láctea
El francés Jacques Barrot, vicepresidente de la Comisión Europea, diagnosticó hace dos años que Galileo sufría el síndrome Airbus. Y desde entonces se redujeron los problemas. Galileo es el plan europeo de desplegar una constelación de satélites para competir con el sistema estadounidense GPS. El síndrome Airbus es la parálisis de los proyectos de la UE cuando cada país quiere tener la última palabra y sacar más tajada que el resto, sin respetar ni la eficacia ni la racionalidad económica.
La expresión más radical de la multicefalia en la UE es probablemente el Tratado de Lisboa, del que se espera que a partir del 1 de diciembre de este año facilite los acuerdos entre los 27 países del club comunitario y agilice la adopción de decisiones.
El Tratado de Lisboa rescata una figura acuñada a principios de esta década por el malogrado proyecto de Constitución europea: la Presidencia a tiempo completo del Consejo Europeo. Hasta la fecha, los Gobiernos de la UE se relevan cada seis meses para desempeñar la Presidencia del Consejo. Este semestre le toca a Suecia.
Cuando se reúne un Consejo de Ministros sectorial, como el de Economía y Finanzas, el ministro sueco preside la cita. Aunque cuando la reunión ministerial sobre economía se limita a los 16 países de la zona euro, el presidente durante los últimos seis años ha sido el primer ministro de Luxemburgo.
Cuando se reúne el Consejo Europeo, reunión trimestral de los jefes de Estado o de Gobierno de los 27, el encuentro lo preside el primer ministro sueco. La Presidencia no manda: coordina, cataliza los acuerdos, y fija las prioridades de su semestre y el orden del día de las reuniones.
Un jaleo mayúsculo
Para dar continuidad y coherencia a las reuniones de los Gobiernos de la UE, se ha creado un presidente con dedicación plena, sin eliminar la Presidencia semestral. El resultado ha sido la creación de un presidente del Consejo Europeo, que organizará y presidirá las cumbres de la UE, y cuyo mandato durará dos años y medio. Finalmente, el elegido ayer fue el primer ministro belga Herman Van Rompuy.
Los Consejos de Ministros europeos de Asuntos Exteriores los presidirá el Alto Representante, cuyo premio recayó ayer en una británica: la comisaria europea de Comercio, Catherine Ashton. Será una pseudo ministra de Exteriores y vicepresidenta de la Comisión. Y sumará el poder que tenía Javier Solana, y la red de pseudo embajadas de la Comisión. Pero la política exterior común la seguirán decidiendo los ministros de los 27 por unanimidad.
Para no quedarse sin presidir algo, los ministros nacionales de Exteriores desgajarán de su Consejo de Ministros los denominados Asuntos Generales. Resultado: se turnarán para presidir consejos para coordinar los diferentes aspectos de, por ejemplo, la lucha contra el cambio climático: economía, industria, medio ambiente, etcétera.
Los Consejos sectoriales, como el de Economía y Finanzas, los seguirá presidiendo el ministro del país que ese semestre asuma la Presidencia rotativa. Y para dar coherencia a las presidencias semestrales, estas se coordinarán de tres en tres: tres países, 18 meses de plan común de trabajo. El primer trío, desde enero: España, Bélgica y Hungría.
La Comisión Europea, la institución comunitaria que tiene el monopolio de presentar propuestas legislativas y es el sheriff máximo del Derecho de la Competencia, vuelve a estar presidida durante cinco años por el portugués José Manuel Durao Barroso. Y la protocolaria presidencia de cinco años del Parlamento Europeo, se la reparten como casi siempre en dos mitades socialistas y conservadores, porque nadie tiene mayoría suficiente para quedársela entera. Un jaleo mayúsculo: más presidentes que estrellas en la Vía Láctea.