Fernando A. Marqués
Madrid, 29 mar (EFECOM).- Jaguar y Land Rover han cambiado de propiedad esta semana tras una larga negociación entre el grupo americano Ford, su propietario desde 1989, y el conglomerado industrial indio Tata, una operación que parece un desquite de las ex-colonias del Imperio Británico.
Las dos marcas han sido una referencia del poder de la industria automovilística inglesa, prácticamente desmantelada en los últimos decenios, y su venta, sólo a falta de que las autoridades reguladoras den la aprobación, constituyen el último capítulo de los vaivenes que poco a poco han despojado al Imperio de sus marcas más emblemáticas.
Así ha ocurrido que Rolls Royce pasó a manos de BMW, que también es propietaria de la carismática Mini, casi desaparecida y convertida en éxito por los bávaros, y Bentley a las del grupo Volkswagen.
Rover y MG protagonizaron otro capítulo desafortunado, tras pasar por BMW, que no pudo con los males de un grupo, del que también formaba parte Mini, que terminó desmantelado y en manos de Brilliance, un fabricante chino que, paradoja del destino, retornará la marca a Europa con los modelos "remozados" que formaron el último catálogo de las dos marcas.
Penúltima entrega de esta inquietante trayectoria para la industria británica del automóvil fue el pasado año la entrega de Aston Martin, entonces también de Ford, a un grupo inversor kuwaití por una cifra cercana a los 900 millones de dólares, después de haber comprado el 75% de sus acciones en 1987 por una cantidad que nunca fue revelada.
Y el último capítulo, por el momento, del desmembramiento imperial ha sido la compra por Tata de dos de las joyas de la corona a precio de saldo, porque han sido 2.300 millones de dólares (1.460 millones de euros) los estipulados en el acuerdo de compra a Ford.
La americana se compromete a una aportación de 600 millones de dólares (382 millones de euros) para cubrir los fondos de pensiones, lo que reduce la cifra real de compra a 1.700 millones de dólares (1.100 millones de euros). Ford pagó por Jaguar en 1989 la cantidad de 2.500 millones de dólares y un año más tarde otros 2.700 millones de dólares por Land Rover.
Recibida con comentarios positivos de los sindicatos de las dos compañías, la operación no tiene igual consideración entre los analistas, que ven con preocupación la "caída" de dos marcas de lujo en manos de un fabricante de coches económicos, con el estandarte en este momento del Nano, un utilitario de 2.500 dólares, el más barato de la industria mundial.
Con esta Nano-estrella mediática y la compra de Jaguar y Land Rover, Tata ha obtenido visibilidad para que el mayor grupo industrial privado indio sea conocido en su dimensión real, a la vez que su peculiar estructura.
Una estructura, cuyo control pasa por tres fundaciones dirigidas por la familia Tata, que tienen como imperativo destinar a obras sociales el 66% de su beneficio anual, que logra invariablemente con un crecimiento sostenido del 20%, cercano ya los 3.000 millones de dólares después de impuestos.
El conglomerado de la familia Tata, que en acciones sólo dispone de un 2%, está formado por casi un centenar de empresas que operan en siete sectores industriales, como los de la energía, el acero, el automóvil, la alimentación, las telecomunicaciones o la informática, en la que Tata es potencia mundial en la creación de software de gestión empresarial, con una plantilla próxima a los 300.000 trabajadores, de los que más de 30.000 están repartidos por todo el mundo.
Jaguar y Land Rover se sumen en uno de los mayores grupos industriales del mundo y en una división, Tata Motors, que así mismo es el mayor fabricante indio de vehículos industriales, que con la compra de Daewoo en 2004 se coloca en la quinta posición mundial en vehículos comerciales.
Con relaciones sólidas con el grupo Fiat, con el que fabricará coches en una nueva factoría en India; un entramado de actividad en el sector de equipos y componentes; su actividad de fabricación de turismos y vehículos todoterreno, y una última pata en maquinaria para construcción de la mano de la compañía japonesa Hitachi, de la que posee el 60%.
Todo ello hace de Tata Motors un holding (fundado en 1945) que ha puesto 4 millones de vehículos en las calles y carreteras de la India, de un parque móvil estimado en 26 millones de automóviles.
Inmersa su producción de turismos y todoterreno en un salto de calidad que capitanea un equipo de ingenieros procedentes del maltrecho grupo Rover-MG, Tata Motors se proponía, antes de la adquisición de Jaguar y Land Rover, duplicar su actual volumen hasta llevarlo al millón de unidades en 2010.
Se trata de un objetivo que deberá revisar este grupo, que ha prometido respetar la personalidad de sus dos nuevas marcas y la composición de sus actuales plantillas. Dinero no faltará. EFECOM
fam/pam
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