Empresas y finanzas

El licor favorito de Mao, en crisis debido a caso corrupción y contaminación



    Antonio Broto

    Pekín, 20 may (EFECOM).- El licor Maotai, considerado la bebida alcohólica más famosa de China y ofrecido por Mao Zedong y Zhou Enlai para dar la bienvenida a los gobernantes extranjeros, vive una grave crisis debido a la contaminación del agua con la que se elabora y a un caso de corrupción que implicó al director de la empresa.

    En una semana funesta para los intereses de la célebre marca, que tiene varios siglos de historia y elabora un licor con dos milenios de tradición, Maotai ha sufrido dos golpes a su reputación que amenazan sus planes de ampliación y producción en el extranjero.

    Los primeros indicios de tormenta aparecieron el 10 de mayo, cuando el Mercado de Valores de Shanghai anunciaba, sin explicar las causas, que suspendía la cotización en bolsa de Maotai, un día después de que ésta cayera un 4,7 por ciento.

    La cotización se reinició cuatro días después, pero entonces se informó de que el hasta entonces director general de la compañía, Qiao Hong, podía estar implicado en un caso de corrupción.

    El pasado viernes la Asamblea Popular de la provincia de Guizhou (centro), donde se fabrica el licor, confirmó que había iniciado investigaciones al directivo.

    Qiao, que acababa de ser nombrado subdirector provincial de una institución estatal, presuntamente recibió sobornos durante un viaje de empresarios a Corea del Sur en 2002, organizado por él durante el Mundial de Fútbol.

    El implicado dirigió la empresa entre 2000 y 2007, y se duda si durante este tiempo utilizó sus influencias para enriquecerse o mejorar la posición de la marca en el mercado chino.

    Por otra parte, las autoridades medioambientales de Guizhou anunciaron un hecho que en este caso no ponía en duda la integridad de la empresa, sino la del contenido del famoso licor.

    Según señalaron estas autoridades, el río Chishui, en cuya orilla recoge agua la fábrica de Maotai para elaborar el licor, presenta niveles preocupantes de contaminación.

    Ésta proviene de 39 fábricas que se han construido en los últimos años río arriba, muchas de ellas también de licores, y que buscan aprovecharse de la fama de Maotai.

    De nada le ha servido la protección que hace décadas le brindó el primer ministro Zhou Enlai, buen bebedor de Maotai, quien ordenó el cierre de todas las fábricas en 100 kilómetros río arriba para proteger la pureza del licor, de la que se jactan los eslóganes.

    Los dos escándalos llegan en el peor momento para la marca, que se encontraba en un proceso de ampliación de capital que incluyó su salida a Bolsa.

    Pese a todas las malas noticias, Maotai continúa siendo para los chinos su "licor nacional", y un banquete de postín entre empresarios o políticos no puede celebrarse sin que haya una botella para brindar durante la comida (decenas de veces y bebiendo todo el vaso de golpe, según la costumbre).

    El Maotai (o Moutai) fue creado durante la dinastía Han, según la leyenda, por un comerciante de sal que imitó en el sur de China las técnicas de destilado del norte del país.

    Se dice que pronto se ganó la fama entre los emperadores Han, en el siglo II antes de nuestra era, aunque hasta la dinastía Qing (1644-1911) no se consagró la marca, que fue nacionalizada por los comunistas en 1951.

    El licor tiene un 53 por ciento de volumen de alcohol y es elaborado con agua fresca, sorgo y trigo.

    Mao Zedong se aficionó a él cuando pasó por Guizhou durante la Larga Marcha (1934-35), en la que los comunistas recorrieron miles de kilómetros en su huida del Kuomintang.

    Siguió fiel a este gusto al llegar al poder, y tanto él como su mano derecha Zhou Enlai y sus sucesores brindaron con él junto a famosas personalidades políticas como Richard Nixon, Margaret Thatcher, Ho Chi Minh o Kim Il-sung.

    La fábrica, que da trabajo a 4.000 personas, produce desde el Maotai más habitual (que cuesta unos 30 o 35 dólares -20 0 30 euros- la botella) hasta licores que se conservan 50, 80 o 100 años, a precios astronómicos pero que son pagados por los millonarios chinos. EFECOM

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