E l referéndum italiano sobre la reforma constitucional estaba contaminado por varias circunstancias. En primer lugar, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, había ligado su continuidad al frente del Ejecutivo a la victoria del sí, de modo que el rechazo a la reforma supondría la convocatoria de elecciones anticipadas. Aunque Renzi había relativizado su postura según los sondeos parecían dar la victoria al no, el hecho de perder el referendo por una diferencia tan clara de sesenta/cuarenta ha obligado a Renzi a cumplir su promesa que, en principio, fue lanzada como una amenaza. Y esta es la segunda causa de contaminación: al ligar su continuidad al resultado, ha convertido el referendo en un plebiscito sobre su gestión y ha atraído a sus detractores políticos a las filas del no, incluso dentro de su propio partido. La tercera contaminación era el hecho infrecuente de que Renzi fuera primer ministro sin haber sido elegido en las urnas y sin haber sido ni siquiera parlamentario. Por eso, el referéndum a la reforma suponía, en realidad, su primera legitimación democrática. En una situación como esa, perder ampliamente un referéndum es un lastre imposible de sobrellevar hasta el vencimiento natural de la legislatura en 2018. Había en este referéndum, adicionalmente, una cuarta contaminación. Renzi era el joven político que hablaba a las masas con un lenguaje populista, el hombre que vino de Florencia para arrinconar a la vieja política, uno de esos políticos que no quieren serlo, pero se ven “obligados a entrar en política” porque ante el estado de cosas que les indigna, tienen que reaccionar y mandar las viejas formas inútiles al museo de las antiguallas. Ha llegado la novedad, las nuevas formas, el nuevo estilo, es decir, el populismo. Se trataba en el caso de Renzi de un populismo de salón, ordenado, bajo control. Pero enfrente tenía al verdadero populismo de Berlusconi y de Grillo, especialmente éste último que ve ahora cómo es cada vez más fácil y posible ganar el Gobierno. Renzi se enfrentó al populismo del Movimiento 5 Estrellas con su propio populismo y ha salido derrotado porque, una vez más, el elector prefiere el original a la copia. O el populismo de verdad al populismo de trámite, imitación y pura labia. La quinta contaminación se produjo el mismo día en que se aprobó la reforma constitucional en el Parlamentog con mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado. Porque una vez hecho eso, toda la oposición y una parte del partido que apoya al Gobierno comenzó a hacer campaña por el no en el referéndum. Lo que se pretendía, por tanto, no era darle a los italianos la ocasión de decidir sobre la Constitución, ni siquiera, acaso, se pretendía reformarla, sino que la única voluntad real de los rivales políticos de Renzi, esto es, la oposición en pleno y parte de su propio partido, era forzar una consulta popular en la que Renzi perdiera en las urnas una legitimidad fantasma que las urnas nunca le dieron. Ahora, este fracaso no es el fin del mundo. Ni los mercados financieros ni los italianos salen heridos de esta batalla, que en realidad ha sido un rechazo popular a la política del “nuevo político”. Quien sale herido o corre peligro es Europa, una vez más. Naturalmente, habrá elecciones anticipadas en 2017. La preocupación vendrá por ese lado si el Movimiento 5 Estrellas consigue liderar una fuerza de cambio que imante la voluntad de los italianos en torno a un proyecto desconocido, por variado y contradictorio, que va a incluir la salida de Italia de la Unión europea. El Exitaly o el Italexit va a ser en los próximos meses el gran campo de batalla donde se librará otra guerra de populismos que son, desafortunadamente, la gran moda mundial que no cesa. Ante esta perspectiva, cabe preguntarse por qué Renzi añadió a la crisis económica que vive el país (con más de media docena de bancos a punto de cantar la quiebra y con una deuda pública incontenida) otra crisis política e institucional que ni era preciso desatar ni estaba entre las preocupaciones de los italianos. Renzi ha hecho un Cameron. En adelante, sería muy positivo que los políticos que quieran dimitir, lo hagan por sí mismos, por decisión propia, antes de convocar un referéndum para perderlo y que conduzca a la salida de sus países de Europa, de la Historia y del futuro. Antes de entregarlo todo al populismo, salvemos la razón.