Dentro de una década, cuando el ciclo económico se repita y los periodistas tiremos de archivo para buscar ejemplos del pasado extrapolables al presente, seguro que muchos irán directos en busca de un nombre: Fernando Martín.Su compañía, Martinsa-Fadesa, por haber sido la primera gran inmobiliaria cotizada en presentar concurso de acreedores, quedará indisolublemente unida a una época. Otro periodo más de excesos y ambiciones que terminan creando una burbuja incapaz de sostenerse. Marcar una época Salvando las distancias y la dimensión de los hechos, Martinsa-Fadesa será para España y su crash inmobiliario lo que Enron para Estados Unidos. El desplome de aquella compañía energética no fue el más grave, ni por dimensiones ni por grado de manipulación contable, pero fue el primero. Y ahora, resulta imposible hablar de esa época sin referirse a Enron. Además, su historia contenía todos los ingredientes que marcaron aquel periodo y que se llevaron por delante no sólo los ahorros de millones de accionistas sino que forzaron numerosos cambios legales por todo el mundo, dirigidos a intentar evitar que la historia se repitiera. Pero siempre se repite. Cambia el sujeto, el país, el sector..., pero la economía genera periódicamente monstruos que terminan agrediendo a sus creadores. En España, el sector inmobiliario que tanto colaboró en aquel famoso milagro económico que nos catapultó a la cima de Europa ha terminado convirtiéndose en la pesadilla nacional. Y por el camino, un nombre encarna esta metamorfosis. Fernando Martín Fernando Martín (Trigueros del Valle, Valladolid, 1947) supo aprovechar la transición económica española y crear, sobre la base de conocimiento y contactos que le había dado su paso por la UCD, una pequeña inmobiliaria que, poco a poco, fue haciéndose con bolsas y más bolsas de suelo en las zonas de desarrollo de Madrid. Víctima de la diáspora conservadora que siguió al triunfo socialista en las elecciones generales de 1982, Fernando Martín se curtió con la política en el difícil arte de negociar. Con paciencia, olfato, una buena agenda de contactos y un profundo conocimiento de hacia dónde estaba cambiando España, el empresario vallisoletano hizo su particular inmersión en el opaco mundo de la gestión de suelo. Quizás por eso, poco se sabe de sus movimientos durante una década, hasta que en 1992 fundó la inmobiliaria Martinsa, todo un homenaje a su apellido, que hizo su primer gran desarrollo en la madrileña avenida de Herrera Oria. La mano izquierda que adquirió en política le convirtió en bisagra de algunas de las más importantes operaciones inmobiliarias que tuvieron lugar en la segunda mitad de la década de los 90 y principios del nuevo milenio. Luces y sombras Por ejemplo, hizo de caballero blanco en las frustradas negociaciones de fusión entre Colonial y Vallehermoso; protagonismo que repitió poco después, cuando la primera promotora de España se unió, esta vez con éxito, a la constructora Sacyr. Pero su historia combina luces y sombras, como toda larga trayectoria empresarial, e incluso en sus momentos de gloria ha sufrido importantes varapalos. Así le ocurrió con Sacyr Vallehermoso, una operación en la que se volcó, hasta el punto de llegar a adquirir el 6,29 por ciento del nuevo grupo, pero que le puso en contra de todo el Consejo del nuevo grupo. Su negativa a inyectar Martinsa en las entrañas de Sacyr-Vallehermoso le bloqueó durante meses la entrada al máximo órgano de administración de Sacyr Vallehermoso. Un sillón que terminó ocupando, casi más como revancha que por convencimiento, poco antes de decidir vender su participación. A pesar de estas batallas, Martín siguió poniendo los cimientos de su gran proyecto: el sueño de tener su propia inmobiliaria, con su nombre, en bolsa. Y para ganar tamaño aprovechó los nuevos desarrollos de Madrid, Montecarmelo y Las Tablas, donde era uno de los grandes propietarios de suelo. Siempre ambicioso, el empresario miraba estos nuevos barrios con ojos de grandeza, hasta el punto de referirse a ellos como la nueva Castellana, en clara alusión a la elitista calle de la capital, cuya continuación abre la puerta a Montecarmelo y Las Tablas. Curiosamente, uno de los puntos neurálgicos de esta arteria es el estadio Santiago Bernabéu, cuyos palcos han sido espectadores de excepción de esta particular década de los excesos, donde muchos de los negocios más importantes de los últimos tiempos se cerraban con el ruido de las gradas de fondo. La compra de Fadesa Aquí, el nombre de Fernando Martín también está escrito con letras de oro, las mismas que le llevaron a formar parte de la famosa Junta Directiva del Real Madrid presidida por Florentino Pérez, a quien tomó el relevo, durante apenas tres meses, en el primer sillón del club merengue. Otra época dura, meteórica, donde apenas le había dado tiempo a saborear las mieles del éxito cuando probó el amargor de la derrota, y que precedió al que él consideraba su gran y definitivo salto: la compra de Fadesa. Corría el verano de 2006, las inmobiliarias y sus presidentes se habían convertido en los grandes protagonistas de todo el panorama económico nacional, con fusiones y compras multimillonarias, y adquisiciones de importantes paquetes accionariales en bancos y eléctricas. Nada parecía resistírseles, hasta que de pronto, todas las puertas se les cerraron. Cuando Martinsa compró Fadesa, la burbuja inmobiliaria y crediticia (porque en esta crisis los excesos financieros tienen mucho que ver) estaba llegando a sus máximos. Pero entonces todavía parecía todo posible y ya a nadie sorprendía que una pequeña inmobiliaria, centrada fundamentalmente en Madrid, se hiciera con el control de otra el doble de grande. Tampoco nadie se llevaba las manos a la cabeza porque los bancos le concedieran más de 4.000 millones de euros para adquirir una empresa cuyo principal activo era el suelo, mucho de él rústico. Y nadie se paró a analizar por qué Manuel Jove, fundador de Fadesa, había decidido desprenderse de su compañía. Quizás, porque él sí supo ver el cambio de ciclo. Y éste llegó enseguida. La crisis Antes de cumplirse el segundo aniversario de la compra de Fadesa, Fernando Martín se ha visto abocado al concurso de acreedores. Y eso que había conseguido refinanciar su deuda y sus compromisos financieros son muy inferiores a los de muchos de sus competidores. Pero ha sido el primero en caer y, si nadie lo remedia, no será el único. Probablemente, otros vendrán detrás, pero, también probablemente, ninguno de los candidatos a seguir sus pasos encarnen como él una época marcada por hombres hecho a sí mismos en el sector inmobiliario, con una buena agenda de contactos, poco miedo, muchas ideas de negocio y una insaciable ambición . Todo esto aderezado con el apoyo de los bancos, las operaciones de intermediación de suelo y el palco del Real Madrid, que Martín presidió.