L os datos de la balanza de pagos publicados por la Administración Estatal de Divisas (AED) china en abril fueron motivo de preocupación e incluso a alarma. Los datos aumentaban el déficit de la renta de la inversión china para 2011 de 26.800 a 85.300 millones de dólares: una revisión enorme que arroja dudas sobre la fiabilidad de las estadísticas chinas de balanza de pagos y manifiesta fallos en el crecimiento economico. Pero a pocos parece importarles. Según la AED, en febrero de 2012 China había acumulado 4,7 billones de dólares en activos externos mediante compras de valores del gobierno de EEUU y otras inversiones, y más de 2,9 billones de dólares en pasivos externos a través de inversión extranjera directa (IED) y endeudamiento. Esto da un resultado neto para los activos externos de China de aproximadamente 1,8 billones de dólares. Pero, a pesar de la posición de China como uno de los mayores acreedores del mundo, el resultado neto de su renta por inversión es profundamente negativo. De hecho, China ha incurrido en déficit en su cuenta de inversión durante seis de los últimos nueve años y las estadísticas preliminares sugieren un déficit de 57.400 de millones de dólares para 2012. Dos factores explican esta anomalía. El primero es el elevado rendimiento de la inversión extranjera en China. En 2008, las corporaciones estadounidenses obtuvieron un rendimiento del 33 por ciento sobre sus inversiones en China, mientras que el rendimiento de otras multinacionales fue del 22 por ciento. Por el contrario, el rendimiento de los valores del gobierno estadounidense, que componen el grueso de los activos externos de China, fue casi nulo. En segundo lugar, los activos externos chinos están denominados casi en su totalidad en dólares estadounidenses, mientras que sus pasivos externos fueron tomados mayormente en yuanes. Así, cada vez que el dólar estadounidense se deprecia, la posición neta de inversión internacional china (la diferencia entre sus activos y sus pasivos financieros externos) se deteriora y con ella su balance de renta por inversión. La búsqueda de la internacionalización del yuan por China hasta ahora ha empeorado aún más la estructura del balance. Según el economista Geoffrey Crowther, la posición de la balanza de pagos de un país evoluciona a través de seis etapas, donde la variable clave son los activos netos, esto es, la posición de inversión internacional neta del país. En las primeras tres etapas, el país es un prestatario neto, con déficit en la cuenta de renta de la inversión. Como deudor-prestatario inmaduro, su balanza comercial y su cuenta corriente también son deficitarias; como deudor-prestatario maduro su balanza comercial alcanza el superávit; y, como deudor-cancelador su cuenta corriente pasa al superávit. El déficit de renta de la inversión chino probablemente continuará en el futuro previsible. Sus existencias de capital extranjero aumentarán regularmente a medida que las empresas extranjeras inviertan y reinviertan en China. La IED en el país continuará cosechando rendimientos sustanciales, en parte debido a la hospitalidad del gobierno local. Mientras tanto, la IED china en el extranjero continuará encontrando desafíos, a medida que varios factores de corto y largo plazo -desde la debilitada demanda internacional hasta el envejecimiento de la población- reduzcan su superávit comercial y disminuya su capacidad para exportar capital. La inversión china en valores del gobierno estadounidense y otra deuda soberana continuará generando rendimientos extremadamente bajos. De hecho, esta inversión nunca será retribuida completamente, por lo que es inevitable una quita importante. El valor de los activos de China en calidad de derecho sobre recursos reales ya se ha diluido por la depreciación del dólar, y los llamados a disipar la carga de la deuda mediante inflación en EEUU presagian una reducción aún mayor. Por otra parte, si bien China puede haberse beneficiado gracias al aumento de los precios de los bonos gubernamentales durante los últimos años, esos precios fueron inflados artificialmente por políticas monetarias expansivas en los países avanzados, por lo que la burbuja podría estallar. Ya sea a través de la inflación o del colapso de los precios de los bonos gubernamentales, China sufrirá pérdidas de capital significativas sobre sus activos externos y eso dañará aún más su balanza de renta de la inversión. Sin cambios fundamentales en su patrón de crecimiento económico es difícil imaginar cómo China puede convertirse en un acreedor-prestamista inmaduro y luego en un acreedor-prestamista maduro. Un escenario más probable es que China continúe con superávit comercial (aunque mucho menor) y un déficit de renta de inversión, que se reflejará en el déficit comercial y el superávit de renta de la inversión estadounidenses. Si ambos países tienen cuentas corrientes equilibradas, sus posiciones de balanza de pagos pueden resultar sostenibles. En un escenario tal, Estados Unidos exportaría a China lo que Ricardo Hausmann y Federico Sturzenegger han apodado como materia oscura (activos no registrados, como conocimiento, que las corporaciones estadounidenses exportan a través de sus inversiones), mientras que China exportaría bienes de consumo y servicios a Estados Unidos. ¿Pero estaría China de acuerdo con esta división del trabajo? Los líderes chinos deben pensar seriamente sobre esta cuestión ahora, antes de que sea demasiado tarde para cambiar la situación.