Amí, lo que de verdad me gusta es el baloncesto. Un deporte en el que escasean los metrosexuales -salvo las mechas rubias del argentino Walter Hermann- y en el que no importa tanto dónde ni cómo pule la Visa la mujer de ningún jugador. A mí me gustan tipos como Jorge Garbajosa. Un hombre capaz de morir en la cancha, que mete canastas como si fuera fácil -aquí una no pasa de 1,64 metros- y lo que se dice todo un currante. Muy poco se le ha reconocido a este jugador de Torrejón de Ardoz lo que ha hecho por el baloncesto. Si no que se lo digan a los de Unicaja, que le deben media Liga y la media vida que se deja en casi todos los partidos. Quizá lo hagamos cuando se convierta -ojalá- en el segundo español más importante de la NBA, después del maestro Pau Gasol. Porque Jorge se marcha a la mejor liga del mundo, a jugar con los Toronto Raptors (donde ya juega José Manuel Calderón, nacido en Jerez de los Caballeros (Badajoz), y ya lleva barba y bigote incorporado. Es lo que tienen los hombres que han crecido en la periferia: que no se achantan, que saben que la clase no se gana con el barrio en el que uno ha nacido, sino con la falta de prejuicios y el esfuerzo. El que debe seguir con esa cara de adolescente que aún no sabe si ser héroe o villano es Sergio Rodríguez. El genio, a veces algo pirado, que nos ha hecho vibrar en la cancha del Madrid Arena la pasada temporada bajo la camiseta del Adecco Estudiantes. El 'muyayo' también cruza el Charco, a medirse con jugadores mucho más altos que él y con unos bíceps tres veces mayores que los suyos. No importa, Sergio, a los veinte años no todos pueden tener los brazos de Rafa Nadal. Me gustan Juan Carlos Navarro, Iker Iturbe, Bernie Rodríguez y Carlos Suárez. Nombres para muchos anónimos, que no ponen de moda pendientes, ni camisetas de Versace ni un estilo de vida más de Relaciones Públicas que de deportista. Los españoles no somos agradecidos. Esa manía que muchos tienen de ensalzar lo ajeno y criticar lo nuestro nos hace cometer bastantes ridículos. Han tenido que ser los franceses -da igual que no hayan ganado el Mundial, la herida sigue abierta- los que organicen en el Museo Pompidou un homenaje a Pedro Almodóvar. Han tenido que ser ellos los que nombren a Penélope Cruz caballero de la Orden de las Artes y las Letras. Los italianos también vieron que la de Alcobendas es más que una cara bonita y por eso le dieron el premio Donatello por su interpretación en 'Non ti muovere'. Es lo que tiene ser de periferia, ¿no, Iker?Más deporte en el blog Pelotazos de www.eleconomista.es