Rajoy presionó a la UE la semana pasada para que ayude al sector y, tras lograrlo, quiere ganar tiempoEspaña ha vivido en las dos últimas semanas sus días más intensos desde aquel fatídico mayo de 2010. Ha estado y está en el centro de todas las miradas internacionales, de todas las actuaciones, de todos los comentarios y, también, de sus múltiples matizaciones. En apenas 12 días, España ha pasado de encontrarse al borde de un abismo que estaba ahí desde hace tiempo, pero que nadie quería reconocer a, poco a poco, tener que asumir que su banca será posiblemente rescatada por Bruselas para evitar un mal mayor: que caiga y haga tambalear a Europa y al euro hasta poner a ambos en una situación límite. Son pocas las voces autorizadas que, en público, admiten abiertamente que nuestro sector financiero necesitará ayuda exterior para sanearse, aunque el propio ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, lo ha insinuado y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha admitido que España tiene problemas de financiación y liquidez, que los mercados están cerrados. La declaración más sonada en las filas populares -no sin castigo- fue la del portavoz en la Comisión de Exteriores del Congreso, José María Beneyto, que admitió por primera vez que "no hay que excluir" el rescate. Incluso el siempre responsable Josep Antoni Duran i Lleida (CiU) ha admitido que "está tomando cuerpo" la idea de que se intervengan algunas entidades. Ahora bien, en privado, políticos de todos los colores reconocen con resignación que España necesitará que Europa rescate a la banca. Se da por hecho. Moncloa sigue jugando sus cartas dentro y fuera de nuestras fronteras y, en sólo dos semanas, ha dado varios giros a su estrategia de comunicación. El 28 de mayo, en la sede del PP, Rajoy pintó un escenario tremendista que él mismo tuvo que suavizar cinco días después para ahuyentar los miedos sobre España. Ese lunes, que acabó teñido de negro, los mercados reaccionaban al anuncio realizado el sábado por el nuevo presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri: la entidad necesitaría otros 19.000 millones de euros más para sanearse. La presión en los mercados crecía por minutos: la prima de riesgo superaba los 510 puntos básicos y Bankia rozaba a primera hora una caída del 30 por ciento. Rajoy no tuvo otro remedio que salir a dar la cara. Ofreció su primera rueda de prensa en solitario. Pero lejos de tranquilizar, creció el nerviosismo. Desvinculó la reacción de los mercados de los problemas de Bankia. Según él, otra vez, Grecia tenía la culpa. De forma más directa que nunca, Rajoy pasó la pelota al tejado de Bruselas. Todo el Ejecutivo lo hizo a lo largo de la semana. El presidente defendió que España ya está haciendo sus deberes y dio a entender que no dará más carne a los mercados hasta que la UE no asuma su parte. Realizó, además, una declaración taxativa: "No va a haber un rescate de la banca española". Sólo 11 días después, este mismo jueves en Moncloa, Rajoy eludió realizar una negativa de tal calado. Ayer mismo la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, esquivó una y otra vez que de su boca saliera una declaración institucional descartando abiertamente lo que Rajoy negaba sólo 11 días antes con sujeto y predicado. La número dos del Gobierno insistió una y otra vez en que España no tomará una decisión sobre si la banca necesita ayuda externa hasta que se conozcan los informes del FMI y de las evaluadoras independientes sobre las necesidades de capital del sector financiero. Semana de confusión ¿Qué ha pasado entretanto? La semana pasada, el Gobierno pidió respuesta a Bruselas una y otra vez. Si el lunes fue Rajoy, el martes (día en el que Miguel Ángel Fernández Ordóñez anunciaba que abandonaría el día 10 de junio el Banco de España) fue Sáenz de Santamaría. El miércoles llegó la primera reacción de Bruselas, pero no fue la esperada. La confusión creció después de una respuesta tímida y contradictoria, que llevó a la prima de riesgo a los 538 puntos. Primero, la Comisión Europea abrió la puerta a que el fondo de rescate salga en auxilio de los bancos. Acto seguido, negaba que esta opción estuviera "disponible" para España. Bruselas también exploró esa jornada otra opción hasta entonces negada, pero que pasó a un segundo plano por la urgencia de lo financiero: retrasará un año, hasta 2014, la consecución del objetivo de déficit del 3 por ciento del PIB si hay más ajustes: subida del IVA, retraso de la jubilación, recorte en las prestaciones por desempleo... Hacienda no respondió con compromisos concretos a la moratoria, pero anunció que elaborará juntos los Presupuestos de 2013 y 2014. En cuanto a la banca, el Gobierno mostró su disgusto haciendo de su defensa lo que muchos interpretaron como un ataque. Mientras la vicepresidenta se desplazaba de urgencia a Washington para reunirse con el FMI y el Tesoro; el ministro de Economía, Luis de Guindos, ponía los puntos sobre las íes a sus socios. "El futuro del euro se juega estas próximas semanas en España e Italia", les recordó, metiendo en el saco al país transalpino. Horas después, Montoro -que ejercía de portavoz del Ejecutivo- acompañaba de un mensaje de amenaza su discurso institucional en el que recordó, ante la timidez de Bruselas, que España no está "sola" y que la solución "se llama euro". "Los máximos interesados en que a España le salga bien son los tenedores de deuda... ¿o es que no quieren cobrar de forma íntegra?", se preguntó. Hasta ahí llegó el órdago del Gobierno en una jornada en la que prima de riesgo marcó su máximo histórico: 548 puntos básicos. El sábado, Rajoy fue el encargado de cambiar el tono. Dio un giro para volver a mostrar su confianza en España: "No estamos al borde de ningún precipicio", aseguraba ante los empresarios catalanes, para mostrar su confianza en que "pronto" llegaría una solución. Ya no podía tirar más de la cuerda, recuerdan fuentes políticas, porque corría riesgo de romperse y, en Bruselas, tienen reciente la primera vez que Rajoy retó a las instituciones europeas. El pasado marzo, por su cuenta y riesgo tras un Consejo Europeo, anunció que España suavizaría su objetivo de déficit para este 2012 del 4,4 por ciento del PIB, comprometido por Zapatero, al 5,8 por ciento. Días después, el Eurogrupo exigió medio punto más de ajuste a España, hasta el 5,3 por ciento, y Moncloa sacó pecho por las nueve décimas conseguidas. Ahora, como entonces, la presión y el tira y afloja es también evidente. España también juega a retar a sus socios. Les recuerda que es demasiado grande para caer y que no van a estar a salvo si dejan que esto ocurra. Ayer, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, no pudo ser más gráfico en su dardo a Alemania: "Si el Titanic se hunde, se sacrificará también a los pasajeros de primera clase". Esta semana ha sido la decisiva, aunque las dudas no se han despejado del todo. El lunes, Bruselas realizó el primer guiño importante: se mostró dispuesta a abrir el fondo de rescate para que la banca se recapitalice directamente, sin necesidad de pasar por los Gobiernos y toda vez que la Unión Bancaria Europea -pedida por Rajoy- se reconoció que es un mecanismo a largo plazo. El presidente del Santander, Emilio Botín, fue el primero en cifrar el saneamiento para las nacionalizadas: 40.000 millones. El martes, el G-7 desveló su presión a Alemania para que tire del carro, aunque también dio un tirón de orejas a España al criticar su "arrogancia fatal" por resistirse a pedir el rescate. Rajoy desveló que está dando "la batalla" en Europa y, por primera vez, defendió los eurobonos acercándose a las tesis de París frente a las de Berlín. Confió en recoger pronto "los frutos". Horas después, el Ejecutivo alemán abría la puerta a un rescate blando para la banca sin que se interviniera el país. Se evitaría así la humillación que, en los círculos políticos, admiten que supone pedir una intervención. Este anuncio relajó a los mercados, que descontaron que la intervención está ya en proceso. Ese miércoles, el diferencial entre el bono español a 10 años y el alemán bajó de los 500 puntos. El Gobierno cambió entonces de estrategia. Una vez hechas las gestiones, queda ganar tiempo. Guindos, el miércoles; Rajoy, el jueves y Sáenz de Santamaría ayer emplazaron a que "la decisión" sobre el rescate la tomarán cuando conozcan los resultados sobre las necesidades de capital de la banca del FMI (el lunes 11) y de las dos auditoras independientes (como tarde, el 21). Mientras, nada de cifras, según zanjó Rajoy en una jornada en la que el propio FMI habló de 40.000 millones y el PP Europeo de hasta 100.000 millones. La falta de claridad de Moncloa, la rebaja de calificación de Fitch y los rumores sobre un posible rescate este fin de semana devolvieron la inestabilidad, mientras Obama pedía una inyección urgente en los bancos débiles. El lunes... nuevo episodio.