La vieja costumbre pirata de esconder el botín lejos de la vista de los curiosos aún se mantiene en las islas Caimán, un paraíso fiscal y de vacaciones con abundantes fondos bancarios y marinos. Por Chema YbarraPuede existir mayor placer que cerrar una operación multimillonaria y, acto seguido, sumergirse en aguas cristalinas entre gritos de gozo? Muchos de los ejecutivos venidos de los países de la Commonwealth a trabajar en las sociedades financieras y los bufetes de las islas Caimán lo han experimentado. Pero que ningún recién llegado a esta parte del Caribe espere palpar la excitación que provocan las grandes finanzas. Pese a albergar las oficinas de cerca de 600 entidades bancarias y del 30 por ciento de todas las firmas de capital riesgo del mundo -sólo Estados Unidos le supera en el ranking-, este paraíso fiscal de no más de 42.000 habitantes es, a la vista, un edén tan sólo vacacional.En la capital de la mayor de las tres islas, Grand Cayman, todo el barullo se concentra en las tiendas de recuerdos y las joyerías de Georgetown, con graciosos artículos relacionados con el antiguo oficio de pirata y, a precios abusivos, esmeraldas colombianas y coral negro. Por la zona de compras se abre una boyante sucursal del banco HSBC, pero el turista de camisa floreada y moreno bermellón tiene el interés puesto en otra dirección. Al noroeste discurre la larga playa de Seven Mille, que ofrece exactamente lo que prometía el catálogo de viajes: arena blanca, resorts de lujo, chiringuitos ambientados con un reggae machacón, ron en múltiples combinaciones e ingentes cantidades...La 'bahía epañola'Quien busque mayor tranquilidad puede ver la playa desde un megayate, tal como acostumbran Paul Allen, cofundador de Microsoft, y otros ricachones estadounidenses, o bien seguir hacia el norte hasta Spanish Bay (la bahía española) o volver atrás y recorrer el tramo costero entre Rum Point y Colliers Bay. En ambas áreas se levantan, con la suficiente distancia entre sí, mansiones de aire virginiano que son la gran ambición de las jovenes promesas de los negocios. Pero el plazo para comprarla no es eterno. La vida aquí puede resultar estresante, tediosa o las dos cosas a la vez. Así, los ejecutivos no aguantan más de dos años de media en sus puestos de trabajo con vistas al mar, y los abogados, siete. Cuando se viene exclusivamente de vacaciones, la mayor preocupación se limita a elegir dónde realizar la siguiente inmersión. Las islas Caimán, crestas montañosas de la misma cordillera que la sierra Maestra cubana, poseen unos fondos marinos que son el gran activo de su dinámica economía turística. En Little Cayman y Cayman Brac, con una población, respectivamente, de 125 y 1.000 personas, no hay ni índices bancarios, ni crimen, ni grandes hoteles. Todo gira en torno al buceo, actividad a la que se dedican decenas de empresas. La vida que surge de los arrecifes puede admirarse hasta en seco; el minisubmarino Atlantis (www.atlantisadventures.com) parte desde el puerto de Georgetown y se detiene a 35 metros, en las proximidades de una fosa abisal de 7.000 metros de profundidad. ¿Algo más que hacer? No demasiado, aparte de echar un vistazo a los humedales de Barkers o comerse una hamburguesa de tortuga salida de la granja de West Bay (que también ha liberado al mar muchos de estos reptiles marinos, todo sea dicho). La invitación a probar delicias locales nos recuerda que Colón bautizó a estas islas con el nombre de Tortugas, pues tal era su abundancia. Posteriormente se rebautizaron como las Caimanas -el otro nombre ya estaba cogido por otro archipiélago-, pero tampoco se dio en el clavo, porque lo que también proliferaban eran las iguanas, que se confundieron con los cocodrilos americanos. Barcos cargados de oroEn cualquier caso, a los numerosos piratas que buscaban refugio en sus costas poco les importaba el nombre del bocado que se llevaban a la panza; lo mismo o menos que el insomnio que le provocaban a los reyes de España con los continuos asaltos a los barcos cargados de oro y plata que partían de Cartagena de Indias. Las ganancias, al igual que hoy en día, se depositaban aquí bajo la protección de la Corona británica, que en 1962 otorgó a las islas el estatus de territorio "tutelado". La diferencia es que, en la actualidad, el dinero corre a espuertas gracias a complicadas y opacas operaciones que pueden implicar a varios países (un chino compra a un ruso una fábrica en la India que luego vende a un australiano). Y todo con la mayor discreción. Si no fuera por el turismo, las islas se hundirían en un sopor de cuentas bancarias.