Los expertos aseguran que la cuotas no bastan y apuestan por apoyar el liderazgo de las féminas en los puestos de dirección. La candidatura de Ségolène Royal convierte a Francia en el modelo a seguirmilan. Si hubiese muchas más mujeres que hiciesen carrera en las empresas, se incrementaría también su representación política. Si en los puestos directivos de las compañías se formase una nueva clase dirigente, fruto de una composición equilibrada de hombres y mujeres, se podría producir fácilmente un trasvase de nombres de las nuevas protagonistas del mundo laboral a las filas de las instituciones.Es necesario un paso más allá de las cuotas, que son la solución más en boga en el momento, pero que suscitan una amplia controversia porque se basan en el número y no en una selección según los criterios de la calidad y del mérito.Y sin embargo, según el Informe Unicef 2007, el acceso a las candidaturas y a los cargos a través de puestos reservados parece funcionar aunque lentamente: 17 de los 20 países con el mayor número de mujeres en el Parlamento adoptan un sistema de cuotas.La representación ha aumentado, pues, pero el objetivo sigue estando muy lejos de conseguirse. De hecho, la propia Unicef coloca la fecha efectiva de la paridad de género en los parlamentos nacionales en torno al año 2068.El caso italianoEn Italia, los casos de alternancia entre puestos directivos empresariales y escaños de la política son raros, al menos por ahora. Aparte de Letizia Moratti, empresaria nata que fue primero ministra del Gobierno Berlusconi y alcaldesa de Milán, después, ¿cuántas otras señoras empresarias dieron el salto?En otras latitudes europeas, el paso de nombres de prestigio profesional a los puestos públicos es una realidad. Y sin embargo, ni siquiera Francia, que presenta como candidata a las presidenciales a Ségolène Royal, puede mostrarse orgullosa de su 6,5 por ciento de mujeres en los consejos de administración, de su 10,5 por ciento de consejeras delegadas o presidentas o de su 29 por ciento en puestos de directoras generales, mientras al frente de empresas que cotizan en bolsa no hay ni una sola mujer.El hecho es que, hoy por hoy, el ascenso de Ségolène Royal (ya el Gobierno actual francés presenta seis mujeres en otros tantos ministerios de relieve) sigue siendo un impulso dinámico que apunta a colocar un creciente número de mujeres en puestos de poder económico.El pasado mes de febrero, el Parlamento francés aprobó un decreto que imponía a las empresas del CAC 40 (el principal índice bursátil) una proporción máxima del 80 por ciento de los administradores del mismo sexo. La iniciativa, censurada por el Consejo constitucional porque era contraria a la igualdad de oportunidades, no parece haber perjudicado a las francesas.En los diez últimos años, IBM Francia situó en el 27 por ciento la cuota de sus empleadas, en el 26 por ciento la de las mujeres con puestos de responsabilidad y en el 14 por ciento, la de las directivas. HP introdujo su propio programa de diversidad en 1994, anticipando la obligación que iba a imponerse un año después procedente de su casa madre. Resultados: HP en Francia cuenta con el 20 por ciento de mujeres directivas frente al 2,5 por ciento de antes).Convertir a las empresas en un laboratorio de talentos femeninos para la política es mejor que centrarse en las cuotas, según Ada Grecchi, que desarrolló su carrera en la eléctrica ENEL, asesora de la Comisión Europea y hoy escritora, pero de una novela que habla sobre todo de trabajo, como ella misma dice, titulada La edad de las pasiones (Sperling & Kupfer).A la luzA su juicio, "las cuotas funcionan si las elegidas se dedican después a poner en marcha una auténtica política de paridad. Ante todo, hay que sacar a la luz a las mujeres en las empresas, porque éstas tienden a esconderlas. Además, no es fácil atraer a las mujeres hacia un universo que vive de resultados que no se basan en las competencias personales, sino en la sensibilidad a la hora de reconocer las necesidades de las personas y satisfacerlas, más allá del coste y de las oportunidades. Para acercar a las mujeres es necesaria más seriedad y más coherencia. Un buen ejemplo, sin entrar en juicios políticos, fue el de la Gran Bretaña de Margaret Thatcher".Cristina Molinari, socia de Accenture, es hoy consejera económica del Ministerio de Comercio Internacional y de Políticas Europeas. Ella misma confiesa, irónicamente, que la llamaron "porque lo dirige una ministra que se llama Emma Bonino". Y aceptó encantada: "Se trata de una experiencia nueva y aquí hay mucho que aprender para alguien, como yo, que viene del mundo empresarial".Sus análisis viene de lejos: de la cultura de las organizaciones anglosajonas, en las que tener una primera línea integrada por responsables que son todos hombres y blancos es una falta grave desde el punto de vista ético. "Entre nosotros, esto todavía no se da. ¿Y qué competencias tendrían las mujeres? ¿Las mismas de los hombres u otras especiales? ¿Más que en las empresas, por qué no empezar por los grandes municipios, donde hay tantas mujeres propietarias, abogadas y profesionales cotizadas, pero que no forman parte de los consejos de administración, porque están copados por los hombres?", asegura.