La 'troupe' circense, una constante en su obra, protagonista en el Museo Picasso de BarcelonaLas vinculaciones de Picasso con el mundo del circo estuvieron muy presentes a lo largo de toda su trayectoria creativa. Durante su juventud, el artista malagueño se convirtió en un asiduo espectador de los circos que visitaban Barcelona, aunque las obras de este periodo no muestren su vinculación con esta temática, que comenzó en París entre 1901 y 1904, durante la época rosa.La viva exposición Picasso y el circo, que se exhibe en el Museo Picasso de Barcelona hasta el 18 de febrero de 2007, es la cuarta y última propuesta expositiva de esta pinacoteca incluida en la programación especial Barcelona Picasso 2006, que ha coincidido con otras muestras dedicadas al autor del Guernica por toda España, como la montada en los museos del Prado y Reina Sofía de Madrid.La que se puede ver en Barcelona reúne cerca de 300 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, cerámicas y fotografías, procedentes de museos y colecciones particulares de todo el mundo: el Metropolitan y el Guggenheim de Nueva York, el Modern Museet de Estocolmo, el museo Puskhin de Moscú...Durante la etapa rosa, Picasso crea un escenario ficticio donde acróbatas y equilibristas -que en el Romanticismo ya simbolizaban la soledad y el sufrimiento humano- interpretan papeles de la vida cotidiana y manifiestan sus problemas domésticos y la incomprensión de sus sentimientos. La representación de estos antihéroes, lejos del escenario, es herencia de los retratos de grupos familiares, cuya génesis se encuentra en la época azul. El Arlequín será su preferido, quien se convierte, al igual que el Minotauro en los años 30, en el alter ego del artista malagueño.Continua reflexiónDurante los años del cubismo analítico (1909-1912), la familia del Arlequín reaparece aisladamente en un conjunto de óleos realizado en 1909. Seis años más tarde, Picasso continúa su reflexión sobre esta figura, que culmina con su primera y audaz colaboración teatral, Parade (1917), en la que la recreación de la vida de una barraca de feria servirá al pintor para hacer del mundo del circo el motivo de una serie de experimentaciones plásticas, alternándose los logros cubistas con un naturalismo que insinúa monumentalidades clásicas.En sus últimas obras, resurgen las amazonas y los payasos en un ejercicio rico y variado en el que su obra desafía la inexorable fugacidad de la vida. En esta etapa, no duda en dejarse fotografiar asumiendo la identidad del payaso, símbolo a la vez de la heroica y triste personalidad del artista, y que da lugar a unas magníficas instantáneas tomadas por fotógrafos de la categoría de Robert Capa, David Douglas Duncan o André Villers.