No hay duda de que la recompra de acciones ha ido ganando peso en la bolsa española como complemento en las políticas de retribución. De hecho, ha vuelto a marcar otro récord, aunque sigue lejos de las cifras de otros países y, sobre todo, de los dividendos en metálico.
Al contrario de lo que ocurre en el Viejo Continente, donde las recompras son menos habituales, esas empresas utilizan el exceso de liquidez -sobrante después de pagar sus gastos y de realizar las inversiones necesarias para crecer- para adquirir acciones propias y, posteriormente, amortizarlas, es decir, hacerlas desaparecer. Pero ¿en qué forma representa esto un pago al accionista? Pues en el sentido de que, al reducirse el número total de acciones en circulación, el inversor, con el mismo número de títulos, tiene en sus manos una porción de la compañía más grande que antes de la recompra y amortización. Por este motivo, los anuncios de buybacks -término anglosajón con el que se denominan- suelen venir acompañados de alzas bursátiles.