
Va por libre, y no sólo en lo que a algunos de sus comentarios se refiere. Manuel Pizarro, número dos en las listas al Congreso por Madrid del Partido Popular, ha provocado ya algún quebradero de cabeza en la sede de la calle Génova. El aparato del partido le ha puesto un reducido número de colaboradores: una jefa de prensa y un miembro de las Nuevas Generaciones del PP. Pero parece que no los necesita.
El ex presidente de Endesa cierra reuniones por su cuenta y la dirección del PP se entera de ellas por la prensa. Es el caso, por ejemplo, del encuentro que mantuvo el jueves pasado con el secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo. Una cita que ha levantado ciertas ampollas en el resto de agentes sociales. Ni UGT ni la CEOE habían recibido el viernes la llamada del número dos de Rajoy para mantener una reunión similar.
Pero su libertad no se reduce sólo a su agenda. Sus opiniones ya empiezan a chirriar en la formación y algunos de sus planteamientos no tienen el respaldo de la dirección del partido. Es el caso de su visión sobre el futuro del sistema de pensiones. Pizarro abogó en Barcelona el pasado miércoles ante un nutrido grupo de pequeños empresarios por destinar parte de las cotizaciones sociales a un sistema de capitalización. Cuando en el PP se enteraron de estas afirmaciones la cara fue de póquer. El coordinador del programa electoral, Juan Costa, no salía de su asombro, pues esta tesis no aparece por ningún lado en la oferta del PP para el 9 de marzo.
Falta de comunicación
Algo parecido sucede en el caso de las balanzas fiscales. Pizarro dijo no tener ningún problema en su publicación, como reclaman desde tiempo atrás los independentistas catalanes, pero su propuesta fue rechazada por Mariano Rajoy; el secretario ejecutivo de Economía y Empleo del PP, Miguel Arias Cañete, y por el ex ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, que comparte con Pizarro en el número seis las listas al Congreso por Madrid.
Los impuestos no los pagan las comunidades autónomas, sino los ciudadanos, lleva años defendiendo el PP, pero su último fichaje parece no haberse enterado. A esto se unen los problemas con las cifras. Pizarro debe pensar que el mundo se acabó en 2004. No en vano fue José María Aznar -además de Rajoy- quien le avaló como nuevo militante del PP.
De otro modo no se entiende que repita una y otra vez que el ex presidente del Gobierno dejó su cargo con más de 19 millones de afiliados a la Seguridad Social, cuando por poco se superaban los 17 millones; o que señale que en 2007 no se creó empleo, cuando la cifra de ocupados ha mejorado en cerca de medio millón. Pizarro , que es un torbellino y cuya formación está fuera de toda duda, tiene estos deslices.
En el PP lo saben, y por eso dudan de la conveniencia de que celebre el tan esperado debate contra Pedro Solbes, al que él le reta "con luz y taquígrafos", frase con la que el contrincante le dio la bienvenida en su paso del mundo empresarial a la vida pública.
Una agenda, en la calle
De su tirón en las calles, eso sí, nadie duda, y buena prueba de ello es el cariño que ha recibido de los ciudadanos desde que fue designado por Rajoy. El ex empresario no ha parado desde que protagonizara el pasado 17 de enero su primer acto público junto al presidente del PP. En él resaltó que se ha criado "en la calle" y dejó claro que va a "sudar la camiseta". Según su agenda, empieza a hacerlo.
Aunque, de momento, no se ha quitado su traje en ninguna ocasión, Pizarro sí ha empezado a compaginar su doble vestimenta: la de hombre experimentado en negocios que cita a los empresarios para venderles lo que está dispuesto a hacer en el sector público y la del candidato que acompaña a los principales cabezas de cartel en los actos electorales; con la imagen de un hombre al que le gusta que le llamen "Manolo" y al que le preocupa lo que pasa en el día a día de los ciudadanos.
Pizarro ha cambiado los mercados de valores por los de alimentación. Su visita a dos plazas de abastos catalanas y a un mercado madrileño (en compañía de Esperanza Aguirre), su viaje en metro o su paseo por un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Madrid son algunas de las imágenes más llamativas que hasta el día de hoy ha dejado la precampaña electoral.
El que será el hombre económico de Rajoy si gana las elecciones, reconoce que le gusta la gente, hablar con la gente... En los actos de partido todavía no sale disparado a su coche oficial, sino que dedica unos cuantos minutos a saludar a los asistentes que quieren ver en Pizarro un nuevo perfil, alejado de un empresario marcado por una opa.
Y se le ve suelto en lo que tiene que comunicar al ciudadano. Su discurso -sin guión aparente- todavía dista del tono político, muchas veces monocorde, de sus compañeros y sus contrincantes. "Si no estoy suelto con 56 años...", bromea. Recurre a ejemplos amenos, engancha en lo que dice (se comparta o no), está sobrado en comunicación no verbal y, por encima de todo, expone desde el atril, sin tapujos, lo que piensa.
Alma de empresario
Pizarro sigue pensando como un empresario. Todavía sus discursos relativos al sector privado son en presente. Él mismo corrige el tiempo verbal al pasado y puntualiza en voz alta: "Ya no estoy en Endesa...". Pero no puede dejar de pensar como gestor y de marcar las grandes diferencias que a su entender separan la eficacia y transparencia de la empresa privada y de la Administración Pública.
En sus intervenciones tampoco falta la crítica a la gestión política y económica del Gobierno, pero se ha comprometido a no caer en los descalificativos. Se autodefine como "un viejo soldado con batallas" que está lleno de "cicatrices", bastantes por la opa en la que dice que ha "sufrido" el talante de Zapatero.
El abogado turolense, compañero de foto de Rajoy en varias ocasiones en sus tres semanas bajo los focos, aseguró en la primera aparición con carné de partido y ante los responsables populares en Madrid que será "el más humilde de los militantes del PP". El tiempo lo dirá.