El entorno verde en el interior de las aulas está desapareciendo de forma progresiva. Cada vez son más los colegios que se suman al siglo XXI y transforman sus espacios. Aunque el mobiliario se tiña de verde bajo el pretexto psicológico de que es un color que es capaz de transmitir tranquilidad, las aulas en la actualidad demandan nuevo cromatismo. La esencia de los colores va más allá cuando se habla de nuevas formas de diseñar un espacio didáctico.
El aula es un ecosistema humano, pero para su desarrollo se requiere de algo más que recursos humanos. El entorno físico incide en la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje y, es por ello, que son cada vez más los colegios que apuestan por descubrir los beneficios que un nuevo diseño del aula puede ofrecer a sus alumnos.
Importancia de renovar los espacios educativos
Según un estudio elaborado en 2017 por la Universidad de Salford, en Inglaterra, un cambio en las condiciones del aula puede mejorar hasta un 25% el rendimiento escolar. Tanto el mobiliario, como la iluminación o la climatización pueden influir en el bienestar de los estudiantes y, por tanto, en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
A menudo, los diseños de aulas, cuenta el arquitecto Alberto Andrés Leal de AD estudio, ''supone un factor subestimado en cuanto a la actividad desarrollada en ellos, influyendo tanto un buen diseño como uno malo.'' Siendo tan determinante su configuración que, ''es capaz de ayudar en la creación de un entorno de aprendizaje más cómodo, agradable y sugestivo o, por el contrario, uno deficiente, incómodo, e incluso hostil'', añade.
Hay espacios donde aguarda la imaginación, que transgrede más allá de las paredes, así como la creatividad infantil merece un lugar en el que poder desarrollarse. En el aula se expanden las risas, pero también se desarrolla el talento y, en un ecosistema adecuado para ello se potencia aún más la magia de aprender y crecer.
La importancia de un buen diseño radica, según Andrés, en que ''cada espacio, con sus características de iluminación, ventilación, vistas al entorno, colores y mobiliario, predispone a profesores y alumnos; supone un punto de partida que, aunque subjetivo, afecta de forma muy directa a ambos, en su acto de comunicación, y en su concentración''.
La libre expresión de los alumnos es una de las cuestiones centrales a la hora de diseñar un espacio
El debate académico sobre la relación entre el espacio y la educación comenzó entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En todas las propuestas, tanto las del modelo Montessori como Waldorf ponen la tilde en la sociabilidad entre los actores que participan en el proceso educativo, como en la forma en la que se relacionan con el entorno físico.
La libre expresión de los alumnos es una de las cuestiones centrales a la hora de diseñar un espacio, pero también el método pedagógico que se aplicará, incluso, necesitando en ocasiones el uno del del otro necesariamente, como en el caso del programa Snoezelen.
Limitaciones más allá del espacio
La arbitrariedad de la distribución del mobiliario sumado a la réplica exacta de las aulas en España, que se muestran como espacios limitadores e inhiben estímulos que pueden ayudar al desarrollo de los alumnos.
Un aula en el que predomina la ausencia de luz, la tarima que eleva los roles alumno-profesor y la configuración del cromatismo escaso, produce un estancamiento de la creatividad que se encuentra encerrada en las paredes de la clase A y B del colegio X.
Existen las normativas de edificación escolar que en España son en general prescriptivas, en tanto que no se aprecian en ellas los aspectos prestacionales de los espacios educativos
Pero ante esa necesidad por actualizar los espacios y apostar por la innovación de los mismos surge otra, la económica, para la que los centros educativos está limitada a unos presupuestos que, en ocasiones, no cubren ni lo esencial.
Aun siendo una cuestión claramente limitadora también existen las normativas de edificación escolar que en España son en general prescriptivas, en tanto que no se aprecian en ellas los aspectos prestacionales de los espacios educativos.

Un ejemplo de ello es el Real Decreto 132/2010 por el cual se establecen unos requisitos mínimos de los centros dedicados a la educación. En él se regula el tamaño de las superficies y espacios comunes, pero no se hace referencia a cómo disponer el resto de elementos que conforman un aula, a excepción de las aulas de informática.
Sin embargo, el modelo que se presenta en el Boletín Oficial del Estado (BOE) es tan solo de la disposición de las mesas que, claramente, situadas unas delante de otras de manera paralela, no favorecen a la colaboración entre los estudiantes a la hora de interactuar entre sí.
En cambio, asegura Andrés, se pueden cambiar ciertos aspectos de las aulas que contribuirían a una mejora sustancial del bienestar de los alumnos, ''aunque muchos espacios sean mejorables en cuanto a diseño, probablemente el problema que adolezcan de forma más generalizada sea el relativo al confort higrotérmico. No solo se consigue mediante un buen diseño, si no con unas buenas instalaciones de climatización''. Y afirma que ''la puesta a punto del centro educativo mediante un buen sistema de calefacción/refrigeración, o la instalación de una buena carpintería y vidrios, pueden mejorar sustancialmente la calidad del espacio, y fundamentalmente, de la comunicación profesor-alumno''.
Diseñar en la actualidad
Los colegios del siglo XXI reclaman una transformación necesaria para adaptarse a los nuevos tiempos. Ya no solo es imprescindible adaptar el contexto físico sino introducir a las TIC en el diálogo espacio-temporal actual. El aula no es solo un entorno tangible, sino que también convive con el ciberespacio que hace que sus paredes transgredan más allá.
Los entornos pedagógicos exigen de un modelo híbrido (físico-digital) donde ambas realidades puedan coexistir. Antonio Martire, arquitecto por la Università degli Studi di Napoli Federico II, cita en su tesis doctoral ''Innovación mediática y arquitectura escolar'' (2017), que ''las prácticas conectadas con los entornos digitales pueden tener un efecto directo sobre las cotidianas de la realidad material'' y eso se traduce en que el entorno físico/real incide en la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
La European Schoolnet cita en su trabajo de 2016, dos puntos relevantes acerca de la tecnología, ''mejora la interactividad y permite a los alumnos a contribuir''. Ahora bien, cómo incluirla dentro del diseño de un aula. La digitalización del espacio educativo debe ser colaborativa, es decir, integrar la tecnología a través de pizarras táctiles, tarjetas inteligentes, ordenadores, etc.
Lo cierto, es que las mejoras en el diseño de las aulas en la actualidad han llegado de manera forzosa a causa de la covid. Los centros educativos tuvieron que virar su metodología a un espacio virtual para el que no estaban preparados, Andrés considera que esas ''mejoras principalmente tecnológicas o de salubridad (grabación, difusión y asistencia vía web de las clases, adaptación a recursos y plataformas digitales, implementación de sistemas de ventilación o renovación de aire, de control de la calidad y de su renovación, …) han hecho aparición en el entorno docente, y no de manera temporal, sino para quedarse''.
Es innegable que los contextos escolares están ligados al componente social y la capacidad de acción de los espacios educativos y, esa interrelación debe ser comprendida por todos los actores que participan en su construcción. De forma que el proceso de modelaje de un aula debe tener en cuenta no solo los factores inmediatos sino articularse como eje central a la tecnología y las posibilidades que esta ofrece.
Elementos imprescindibles en el aula
Pese a que el diseño de un centro educativo exige de una narrativa que vira hacia la ontología tecnológica, hay otros factores que son igual o incluso más relevantes. El arquitecto de AD estudio, argumenta que ''el elemento común e indispensable a todos los niveles educativos es una correcta iluminación y relación con el entorno urbano inmediato'' y considera que ''es un factor fundamental, no solo por la iluminación en sí, sino por el uso que se hace de la luz como recurso, suponiendo un aporte de energía al aula. Igual que la luz nos ayuda a ver más nítidamente, puede llegar a molestarnos. Igual que nos calienta y conforta, puede llegar a acalorarnos e incomodarnos''.
La luz y el color predisponen a los alumnos a ser más receptivos, obteniendo como resultado una mayor motivación y, por ende, mejores resultados académicos
La comodidad debe ser también otra de las máximas a la hora de diseñar un aula dado que tendrá un uso elevado, requiriendo de mobiliario de materiales y diseño resistente y duradero pero, afirma Andrés ''no se puede renunciar a la comodidad, pues son lugares y entornos de los que los alumnos van a hacer un uso prolongado, pasando alrededor de 6h de media en la misma silla y mesa. Conviene recordar que no deja de ser un puesto de trabajo, uno encargado de una labor enormemente importante para la sociedad como es la transmisión de conocimientos''.
La luz y el color predisponen a los alumnos a ser más receptivos, obteniendo como resultado una mayor motivación y, por ende, mejores resultados académicos. Así como también, añade, el arquitecto Andrés, ''otros factores, como el diseño y los materiales son igualmente importantes, pero el criterio de su uso varía en función de a quién esté destinado el aula; si va a ser una guardería, un colegio, o una universidad''.
En definitiva, las aulas son un espacio casi holístico, un lugar habitado durante diferentes etapas de la vida y en el que producen momentos esenciales en el desarrollo de los estudiantes por el inevitable transcurso del paso del tiempo en ellas. De ahí, dice Andrés, que ''el mérito del diseño a veces está en hacer de la necesidad una virtud, en pasar del Less is More, al More with Less, o como decía Alejandro de la Sota, "dar liebre por gato", adaptando las sillas verdes a una narrativa educativa propia del siglo XXI. Tal vez las cosas sí puedan ser de otra manera.