Es fácil comprobar que la búsqueda de sentido es una fuerza importante en nuestra vida, quizá la más potente que exista por detrás de nuestro impulso a perpetuarnos. Utilizar la coherencia de una explicación como prueba de la veracidad de los hechos que describe es tal vez una de las más significativas, pero hay muchas más. Por ejemplo, en general tendemos a sufrir cuando no vemos sentido en las cosas, y en particular cuando un acontecimiento adverso surge de repente en nuestra biografía y nos impacta violentamente. Quedamos conmocionados porque nuestra idea tácita de pensar que el mañana será idéntico al ayer ha sido refutada de manera tan rotunda como dramática. Y hasta que no somos capaces de explicarnos a nosotros mismos y a los demás qué es lo que ha sucedido, ni nuestra cabeza ni nuestro corazón pueden descansar.
Ahora bien, si la creación de sentido es tan importante para el ser humano debe haber un por qué. Y, con toda probabilidad, el motivo por el que existe es la necesidad de predecir los acontecimientos y así tener más oportunidades de sobrevivir: si hay sentido predecimos bien y sobrevivimos. Pero si no podemos ordenar los acontecimientos en secuencias coherentes, si no vemos sentido en las cosas, es infinitamente más difícil saber qué es lo que va a pasar, y por tanto nuestra supervivencia se ve cuestionada.
El problema es que si nos dejamos llevar por la fuerza que produce la necesidad de atribuir sentido, llegará un día en el que todo encajará perfectamente, uno en el que lo podremos explicar todo. Y ese día precisamente nuestras posibilidades de cambio personal se habrán igualado a cero, porque cualquier explicación absoluta elimina la necesidad de alternativas. La creatividad, el cambio, la innovación, los mundos alternativos, las posibilidades remotas y todos sus convecinos conceptuales se apoyan precisamente en las fisuras, en los cabos sueltos, en las explicaciones a medias y en las frases no concluidas.
La necesidad de sentido no debería ahogar esas preguntas sin respuesta que nos dan la vida.