Rusia se enfrenta a un problema inesperado. Cuando comenzó la invasión a Ucrania, hace ya más de dos años, nadie habría apostado en Moscú a que esta guerra podría acabar trasladándose dentro de su propio territorio dada la abrumadora superioridad del ejército ruso. Sin embargo, en la actualidad, Ucrania no solo está golpeando al Kremlin donde más le duele (la infraestructura energética), sino que sus selectivos ataques están disfrutando de las sinergias que generan las sanciones de EEUU. El resultado es que Rusia se enfrenta a un doble golpe que pone en serio riesgo su capacidad de refino: Kiev flagela las refinerías con ataques de drones y EEUU impide que Moscú repare en su totalidad estas infraestructuras a través de las sanciones.