Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Aunque pueda parecer inexplicable a primera vista, es cierto. EEUU ha pedido a Ucrania que detenga los ataques a las refinerías rusas. Ucrania había encontrado por fin un punto débil en la 'acorazada' economía de Rusia. Los ataques masivos con drones sobre las refinerías estaban dañando la capacidad de generar ingresos de Rusia a través de la venta de refinados (diésel, queroseno, gasolina…). El destrozo estaba siendo importante para el país dirigido por Vladimir Putin, que ha visto mermada su capacidad de producción de refinados en más de 600.000 barriles diarios en pocos días de ataques. Sin embargo, EEUU, el gran aliado de Ucrania, ha pedido Vlodímir Zelenski que acabe con esta estrategia que ha puesto al mercado de petróleo e hidrocarburos en una situación límite.

La irrupción de Guyana en el mercado de petróleo ha sido rápida y poderosa, sobre todo si se tiene en cuenta que este país no producía crudo hasta hace 'dos días' y que el tamaño de su población apenas alcanza los 800.000 habitantes. De este pequeño país dependerá en buena medida la estabilidad del mercado de petróleo. En un entorno de recortes de la producción de la OPEP, Guyana se encargará de producir el 20% de toda la nueva producción de crudo del mundo este 2024. Una forma más espectacular de relatar la misma historia: el país, cuya población representa el 0,01% de la población global, producirá 2 de cada 10 nuevos barriles de crudo cada día en 2024, en un intento por compensar los nuevos recortes de la OPEP. Como no podía ser de otra forma, EEUU será el mayor contribuyente a esta nueva oferta con casi 4 de cada 10 nuevos barriles.

Ucrania está golpeando a Rusia donde más le duele. Han tenido que pasar más de dos años para que las fuerzas del país gobernado por Volodímir Zelenski hayan encontrado el punto débil de Moscú. Los ataques masivos con drones a las grandes refinerías de Rusia están reduciendo la capacidad del Kremlin para generar ingresos por la venta de refinados como diésel o queroseno. Esto, sin duda, es buena noticia para los intereses geopolíticos de Occidente y, sobre todo, para la propia Ucrania. Sin embargo, esta estrategia oculta un riesgo para el mercado de materias primas: el petróleo y los refinados rusos podrían comenzar a sufrir un golpe de verdad, presionando al alza el precio de los hidrocarburos en los mercados.

El tipo de interés que no se puede ver, pero que lo mueve todo en la economía, está entrando en un nuevo ciclo o era. Este tipo de interés no se puede cuantificar con exactitud porque no lo determina ningún organismo, ni la Reserva Federal de EEUU ni el Banco Central Europeo (BCE) ni nadie. De una forma llana y sencilla, se puede decir que este es el tipo de interés que necesita la economía en cada momento para estar en equilibrio (inflación controlada, pleno empleo...). Los banqueros centrales y los economistas realizan sesudos estudios valorando multitud de factores para intentar descifrar cuál es el nivel de este tipo de interés. El resultado de esos estudios marca, a la postre, la hoja de ruta de los bancos centrales, que intentan seguir la estela del tipo de interés natural real (r*). Pues bien, todo hace indicar que ese tipo de interés (r*) estaría sufriendo un punto de inflexión en estos momentos.

Decenas de buques pertenecientes a navieras y empresas que comercian con materias primas (Vitol, Trafigura, Glencore...) o transportan mercancías se enfrentan a largas esperas y precios más altos para repostar sus naves en Singapur, el principal centro de abastecimiento de combustible del mundo. Ahora mismo, el combustible marítimo es un bien muy preciado. Los ataques de los hutíes en el mar Rojo, los problemas del Canal de Panamá y el riesgo geopolítico están transformando las rutas comerciales, haciéndolas más largas y menos eficientes. Los buques están más días en el mar, gastando combustible.

Rusia está destrozando todas las previsiones económicas. Frente a la debacle más anunciada de la historia (todos los organismos occidentales hablaban de un desplome del PIB de entre el 8 y el 11%), la economía de Rusia apenas cayó un 1,2% en 2022. Frente a la depresión pronosticada (se hablaba de que pasaría años sin crecer), la economía rusa no solo ha vuelto a crecer en 2023, sino que además lo hace con fuerza y sus previsiones no paran de mejorar. Frente al desastre y la hiperinflación, Rusia muestra relativa estabilidad. Tanto es así que JP Morgan y el Fondo Monetario Internacional han sido los últimos en revisar al alza el PIB ruso para este año ¿Por qué han fallado las previsiones de Occidente sobre la economía de Rusia? ¿Error de cálculo en las previsiones o milagro?

El Banco Central Europeo (BCE) debería (según las expectativas del mercado) empezar a bajar los tipos de interés este mismo verano. La desinflación ha sido intensa, incluso mayor de lo que había previsto la propia institución. La parte denominada como exógena o transitoria de la inflación se ha desvanecido. Sin embargo, la inflación tiene otra cara interna o doméstica que sigue muy presente y que corre el riesgo de agravarse por dos factores que están coincidiendo en el tiempo y afectan a los costes laborales unitarios (conocidos como CLU): la caída de la productividad y la subida de los salarios.

Ucrania ha encontrado el punto débil de Rusia. Aunque este no es exactamente el petróleo, sí está muy relacionado con él. Enjambres de drones ucranianos están inutilizando la vasta red de refinerías rusas en un intento por obstaculizar las exportaciones de refinados. Hasta la fecha, los resultados son esperanzadores para Kiev, aunque la mayor parte de la industria rusa sigue en pie. Según explica la prensa especializada, las diferentes series de ataques con aviones no tripulados ucranianos sobre refinerías de petróleo rusas en los últimos días han comenzado a plantear dudas sobre cuánto tiempo podrá el país seguir exportando productos petroquímicos, lo que a su vez ha comenzado a causar cierto nerviosismo en Moscú.

La economía urbana de Europa lleva décadas dominada por las ciudades que conforman lo que se conoce como la Banana Azul (Blue Banana), una 'región', en términos geográficos, conformada por una megalópolis que se extiende desde Manchester hasta Milán. Esta región o cinturón incluye ciudades como Londres, Bruselas, Ámsterdam, Colonia, Fráncfort o París. Su dominio en la esfera económica es total. Sin embargo, en los últimos años ha comenzado a irrumpir una 'ciudad rebelde' que, poco a poco, empieza a plantar cara a algunas de las ciudades que conforman esa megalópolis: Madrid y sus conurbaciones han alcanzado un desarrollo más que notable. Además, la capital española, con ayuda de la región al completo, está empezando a atraer cada vez más inversión, turismo y riqueza. Tal es la situación, que los economistas de Oxford Economics aseguran en un informe reciente que "Madrid es la única ciudad europea que comienza a rivalizar con Londres y París en términos de niveles de PIB".

Hay voces que ya cantan victoria, incluso dentro del Banco Central Europeo. La caída de la inflación y los brotes verdes en algunos puntos de la economía europea han llevado a que, por ejemplo, Yannis Stournaras, miembro del Consejo de Gobierno del BCE haya declarado que "el BCE ha logrado un aterrizaje suave" en la zona euro. Sin embargo, hay otros miembros de la institución que piden cautela, puesto que todavía no se han visto todas las consecuencias del impacto de la subida de tipos. Las insolvencias y el sector inmobiliario (sobre todo el comercial) podrían amenazar la 'calma' del aterrizaje suave que parece dominar en estos momentos la economía de la zona euro.