Economista del Estado
Opinión

España encara los próximos años con una presión estructural que trasciende la coyuntura. Aunque su economía presenta aspectos positivos, también muestra patrones con una urgente necesidad de prestarles atención: baja productividad, débil inversión, rigidez institucional y vulnerabilidad fiscal. La productividad por hora trabajada es un 15% inferior a la media de la eurozona, la tasa de empleo está lejos de los países más avanzados y la renta per cápita no progresa. El tejido productivo, compuesto en un 99,8% por pymes –la mayoría con menos de diez empleados– tiene márgenes reducidos que limitan su escalabilidad, innovación y atracción de talento. A esto se suman una elevada tasa de paro juvenil, dualidad laboral, déficit público estructural y escaso acceso a la vivienda para jóvenes y clases medias. Este suma de desequilibrios exige una estrategia nacional, decidida y secuencial, estructurada en una primera etapa en tres fases.

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