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En Dongguan, a una hora y media por carretera desde Shenzhen, el Silicon Valley chino, realidad y apariencias conviven alejadas. En una extensión de terreno superior a 365 campos de fútbol, el visitante recorre las calles de la ciudad universitaria Heidelberg; pasillos marmóreos y escalinatas parisinas; o disfruta una estampa granadina. Pero la réplica de éstas y otra decena de ciudades europeas no son el museo al aire libre hacia el que parece que camina el el Viejo Continente.