Se puede estar larvando una vuelta a la tendencia alcista de largo plazo, si consigue superar las dudas que sufre el mercado. Tras el desplome de mayo-junio -hablamos de una caída de 24% en cuatro semanas-, el metal precioso recuperó hasta niveles de 680 dólares antes de bajar otra vez y romper un triple suelo, lo que nos forzó a cerrar largos justo por encima de los 600 dólares.
Eso significó transformar una estrategia (todavía) exitosa en una (amarga) frustración aunque cerremos con beneficios. En efecto, tenemos que confesar que el rebote reciente del metal precioso nos ha pillado por sorpresa, tanto por su nivel de inicio -el precio no logró perforar los 600 dólares- como por su intensidad.
Esta 'resistencia a la baja' nos demuestra una vez más lo difícil que es encontrar los ingredientes para una estrategia bajista en tendencia, es decir fuera de la corrección excepcional del 2006. Algo que en Bolságora, hemos llamado el 'triple-hedge' (triple cobertura) en el mercado global de la década de 2000.
La primera es la clásica protección del oro contra la inflación: una correlación bastante potente en los años 60 y 70, y que se reactivó adaptada a los nuevos tiempos con la burbuja de las materias primas en 2005 y 2006.
La segunda -teóricamente una fuerte correlación, pero en realidad más inestable- es el papel de refugio que juega el oro frente a la depreciación del dólar. Y finalmente no podemos olvidar el impulso estructural que el oro recibe del crecimiento económico de países emergentes culturalmente muy 'enganchados' al oro.
Podemos añadir una caída cíclica de la producción desde 2001 y cierta propensión de los bancos centrales asiáticos a jugar a comprar barato, y tenemos una ecuación estructural de mercado tremendamente favorable a los intereses alcistas; incluso aún más que en 2006, si tenemos en cuenta la cancelación de posiciones apalancadas de los inversores más agresivos tras el desplome del oro el año pasado
Ahora bien, si entendemos por qué el oro no puede bajar de forma estructural -dicho de otra forma, cuáles son los motores de su subida a muy largo plazo-, la situación del mercado a muy corto plazo no está tan clara. Por tres motivos:
Primero, la 'foto' técnica no incita a asumir riesgos en los niveles actuales. El oro tropieza con una potente resistencia en los 650 dólares, y no ha sido capaz hasta ahora de superarla, al igual que en diciembre o en enero.
Segundo, los indicadores de sentimiento de mercado, como aquellos construidos por Mark Hulbert, editor del Hulbert Financial Digest, no sugieran que el oro tenga mucho recorrido a corto plazo, dado el elevado optimismo de los inversores.
Tercero, si es verdad que la revisión al alza del crecimiento mundial favorece a Asia y a la demanda 'física' de metal dorado, no sabemos si la demanda más especulativa de los fondos de inversión americanos puede alimentar una corriente alcista hasta los 700 dólares o más allá. En otros términos, cabe preguntarse si el oro no necesita otro catalizador para subir.
El dólar, o, mejor dicho, un declive del dólar sería el candidato perfecto, pero no estamos seguros de que el billete verde esté en la antesala de una fuerte depreciación, al menos a corto plazo. Ponemos el oro en radar a la espera de una rotura clara y convincente de la zona de los 650 dólares.