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Don Juan Carlos se jubila y va gratis al tenis con un ministro: ¿Pero qué invento es esto?


    Martín Alegre

    Don Juan Carlos se retira de la vida pública pero va con el ministro de Deporte a la final de Rafa Nadal en Roland Garros y se sienta en un lugar privilegiado. ¿Viaje privado? ¿Fondos públicos? ¿Seguridad privada?

    ¿Pero qué invento es ésto? ¿Mantiene privilegios pero elude responsabilidades y obligaciones? La irrepetible Sara Montiel, en su quinta boda, fue quien inventó la expresión que luego se ha hecho tan famosa como aquella otra de "la he liao parda" (de la socorrista de la piscina de San Sebastián de los Reyes); o como el mítico "si me queréis irse" de Lola Flores allá por 1983, en la boda de su hija Lolita.


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    La gran actriz manchega trataba de disimular la exclusiva de su boda con el cubano Tony Hernández y cuando los paparazzi la pillaron a las puertas del  Ayuntamiento de Alcobendas, en octubre de 2002, saliendo de firmar los papeles, no se le ocurrió otra frase: "¿Pero qué invento es esto?", repetía la protagonista de La Violetera para no reconocer que acababa de contraer matrimonio y perder el caché que le pagaba.

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    Las tres expresiones han entrado a formar parte del acervo popular, frases que se han incorporado al lenguaje porque son útiles para describir situaciones peculiares. El devenir de don Juan Carlos de Borbón en los últimos cinco años puede resumirse con estas tres frases si tenemos en cuenta los tres ejes fundamentales del final de su trayectoria: escándalo, abdicación y retirada de la vida pública. Don Juan Carlos la lió parda, con Corinna, con su cacería por Botsuana y su accidente, con los relatos de sus amantes, y sobre todo por la implicación de su hija Cristina y sobre todo su yerno en el Caso Nóos. La Monarquía no podía soportar tanta presión sobre el jefe de la Familia y don Juan Carlos tuvo que plegarse a la realidad por el bien de la institución: el heredero, de algún modo, le hizo a su padre un "si me queréis, irse", al estilo de La Farona, y, don Juan Carlos pasó a ser el Emérito para dar paso a la nueva generación de los Borbones, con el nuevo Monarca limpio de sospechas, de amantes conocidas y de cacerías elefánticas.

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    La abdicación forzada tuvo lugar hace cinco años pero el Emérito expresaba en una carta fechada el pasado 27 de mayo y dirigida a su hijo que se retiraba de la vida pública, una suerte de jubilación cuyo significado nadie comprende al cien por cien, porque no hay precedente, pero básicamente implica que el rey don Juan Carlos no representará más a la Corona, es decir, que sus apariciones públicas no tendrán carácter institucional. O sea, que tenemos Rey, se le rinde respeto, como es lógico, porque no puede ser de otra manera, pero va o viene a donde le da la gana, mantiene una asignación cuyos fondos proceden del dinero de todos los españoles, una cantidad que dispone Felipe VI , quien distribuye como le parece el dinero que los Presupuestos Generales del Estado destinan a la Casa de S.M. el Rey (casi 8 millones de euros al año).

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    Pero, a partir de ahora, si el Rey hace algo que no gusta, que a una parte de la opinión pública le parece inapropiado o no ejemplar, la ventaja es que no manchará a la Corona. ¿Un comodín? Sin duda, la frase que le viene al pelo a la nueva situación de don Juan Carlos, este sí pero no, se resume al estilo de Sara Montiel: ¿Pero qué invento es esto?

    El padre de Felipe VI apareció en el coso de Aranjuez, el día que se despedía de obligaciones institucionales. Fue lo suyo un acontecimiento con ingredientes variados: se trataba de un evento agendado desde hacía meses, puesto que el Rey Juan Carlos había confirmado su asistencia hacía meses a la corrida que suponía un homenaje a su madre, doña María de las Mercedes. Además, Su Majestad se rodeó de familiares incondicionales: su hija Elena, su nieto Froilán, su hermana mayor, doña Pilar, con dos de sus hijos, y un montón de taurinos con ganas de gritar ¡Viva el Rey!, ¡Viva España! y de paso vivir una hermosa jornada taurina y culinaria de domingo de primavera.

    Pero una semana después nos volvemos a encontrar al Rey jubilado en un acto público. Esta vez acompañado de un ministro del Gobierno en funciones, de una secretaria de Estado, y de su hija Elena, disfrutando de la espectacular final de Roland Garros, donde el mejor deportista español de todos los tiempos volvió a ganar, y van 12. El viaje de Su Majestad y de su hija, los asientos de lujo en la pista Philippe Chatrier y demás privilegios o sabemos quién los pagó.

    A pocos puede molestar que el Rey apoye a nuestro Rafa Nadal, quien agradeció la presencia de don Juan Carlos y su hija con cariño tras su triunfo. El Rey se acercó a saludar a Rafa tras la victoria. El encuentro se produjo en el comedor privado del presidente de la Federación Francesa de Tenis y Rafa Nadal recogió en Instagram el momento.

    Pero este híbrido de Rey sin corona ni capacidad de representación institucional, que va y viene adonde quiere, cuando quiere y con quien quiere, merece una explicación si hay dinero público de por medio. Y si no lo hay también. ¿Pero qué invento es esto?, diría Sara Montiel.